Antes
de nada y por aquello de la ambientación, nada mejor que una canción que a
todos les sonará…
¿Qué más cabe decir
después de este
himno a la superficialidad veraniega? Han pasado más de cuarenta años desde que
se lanzó esta canción, pero el mensaje sigue estando claramente vigente. Miren,
a mí me gusta divertirme como el que más… a mi manera, pero el verano es una de
esas épocas en las que parece que es de precepto divertirse de una determinada
manera y a mí me toca las narices ir como Vicente, a donde va la gente.
Tomemos como ejemplo el icono por excelencia
del verano: la playa. No concibo lugar más incómodo. Una superficie de arena
recalentada por el sol. Vale, puedes ir a bañarte al mar, pero ¿qué más ofrece?
El calor es asfixiante, el sol quema, la arena quema y se te mete en todas partes,
hay arena en tu ropa, en tu comida (en la playa hasta el alimento más blandito
acaba siendo crujiente), en los rincones más escondidos de tu anatomía y más aún
en las playas de mi querida Málaga, de arena gris, sucia y polvorienta. Los
niños corren y levantan arena, el viento sopla y levanta arena, recordándote
por qué los pueblos del desierto, que viven rodeados de arena, van cubiertos
por tela de pies a cabeza.
La palabra “veraneo” es prácticamente sinónimo
de “aglomeración”. Seres humanos se hacinan gozosamente en playas, campings,
parques acuáticos, piscinas públicas, fiestas populares, terrazas… Por supuesto
esto es para el sufrido pueblo llano, las clases acomodadas disponen de su
propio mundo privado donde la incomodidad no existe, pero es otro universo… Los
pobres mortales pueden darse con un canto en los dientes si consiguen un
miserable plato de plástico con media docena de croquetas en la barra portátil
de una verbena de barrio o con un almuerzo a base de medias raciones de pescado
frito en un merendero si aún el presupuesto se lo permite… que esa es otra. La
pérdida de poder adquisitivo de la gente se va notando. Hace una semana llevé a
mi hija a un parque acuático (ya he dicho en alguna ocasión que no caeré en el
esnobismo de privarla de los momentos de socialización generalmente aceptada que
pueda permitirme… tiene derecho a conocer la realidad aunque esta no me agrade)
y mientras veía a la plebe alborozada apiñándose en la piscina de olas como
garbanzos en un puchero me daba la impresión de que, si bien el parque no
estaba precisamente vacío, no estaba tampoco todo lo lleno que cabría esperar
en un domingo de julio. Ya no es tan difícil encontrar mesa en los restaurantes
de la costa y los camareros se echan a las calles insistentes para captar clientes.
Hay menos dinero en la calle. Se nota.
Sin embargo, pese a la recesión económica, el
verano continúa siendo época de jolgorio más o menos generalizado. Los
adolescentes reivindican volver más tarde a casa mediante el grito de guerra “¡es
que es verano!”. Jóvenes y no tan jóvenes aligeran las ropas que les cubren y
se exhiben en los espacios públicos. Es un ritual social profundamente
establecido. Los medios de comunicación bombardean con los estímulos acordes a
la época y yo siento el deseo de ocultarme en mi cubil, lejos de tanto mundanal
ruido. Sólo salgo a gusto por las mañanas, muy temprano, cuando voy a caminar,
principalmente los fines de semana. El personal duerme y las calles son para
mí. Aún no hace calor y los primeros rayos de sol son acariciadores. Respecto a
la playa, me resulta soportable sólo a últimas horas de la tarde y por la
noche. Igualmente sólo acudo por mi hija.
Un plan veraniego ideal para mí sería viajar a
un sitio sin mucho calor y con mucho verde, con ciudades monumentales y sitios
cargados de historia en general. Los mejores recuerdos de verano que tengo son
de mis dos peregrinaciones a Santiago. Raro que es uno.
Shubby, mi golden retriever, se tumba en el
suelo pelado buscando el fresquito. El pobre revienta de calor. Yo sudo como un
pollo. Tolero mejor el frío que el calor, sobre todo este calor húmedo y empalagoso
de mi Málaga natal. Bebo mucha agua y me aguanto. Ya llegarán el otoño y el
invierno y dejaré de sentirme fuera de lugar. Los osos hibernan. Yo, si
pudiera, dormiría durante todo el verano.
OTOÑO LLEGA YA! Estoy harta del verano y aun no ha llegado Agosto.
ResponderEliminarjijij
La playa me encanta pero al contrario que tu, por las mañanas, antes que den las doce del medio día. Está sola, es cálida aunque no abrasadora, suele correr una brisa bastante fresquita. Paz, gaviotas y el va y ven del agua me tranquilizan, me ayudan e invitan a serenarme y a sentir una paz... ohhh que me encanta. Pero eso es solo por las mañanas, cuando no hay nadie. O solo las viejas paseando a los perros, los deportistas y poco más. Que ni me hablen... que es super placentero absorber cada segundo de paz :)
PERO EN OTOÑO INVIERNO Y PRIMAVERA estas cosas tb se pueden hacer, así que...... ESTOY HARTA DEL VERANO
La piscina de olas del aquavelis no vale un duro, para eso la playa es mejor.
y, COMO NO, YO SIEMPRE SIEMPRE he alegado llegar más tarde en verano porque es lo que se hace... en verano se sale más :) Este año salgo menos muuuucho menos con la inquilina en casa casi no se puede hacer mucho :)
besos, me encantan tus entradas chaval!
María