miércoles, 29 de agosto de 2012

LOS MONSTRUOS CONDENADOS DE LA ISLA DE ALBORÁN


Voy a hablarles de una prisión que no existe: el Penal de Alborán. Sólo existe en mi imaginación. Nació ayer, cuando escuché la noticia de la aparición de unos restos óseos calcinados que pudieran ser de los pequeños Ruth y José, presuntamente asesinados por su padre, José Bretón. Si el Penal de Alborán existiese físicamente sería el infierno sobre la tierra… más bien sobre el mar, pues Alborán es una isla a medio camino entre Almería y la costa de Marruecos. Llamarla isla es, sin embargo, una concesión extremadamente generosa. Se trata de una roca plana de apenas siete hectáreas bordeada por acantilados, batida constantemente por vientos despiadados, sin un solo abrigo natural y cubierta de una rala vegetación (interesantísima para los científicos) pero que apenas levanta un palmo del suelo.

 En la isla de Alborán hay una guarnición de la Armada Española que se releva cada tres semanas. Viven en un viejo faro del siglo XIX, vigilan el mar y detienen a los pasajeros de las pateras que se quedan a la deriva y tienen la suerte de arribar allí y no acabar en el fondo del Mediterráneo. Por lo demás allí sólo hay un cementerio con tres tumbas, un helipuerto, gaviotas y cangrejos.

 Hasta aquí la realidad. Ahora empieza mi imaginación.

 El Penal de Alborán es una prisión especial para monstruos. Entre sus huéspedes se cuentan los personajes más deleznables de la reciente historia negra de España: Miguel Carcaño, asesino confeso de Marta del Castillo; Francisco Javier Astorga Luque, Ramón Santiago Jiménez, José Ramón Manzano Manzano y Rafael García Fernández, violadores y asesinos de Sandra Palo; Santiago del Valle, asesino de Mari Luz Cortés… entre otros. No se trata de una cárcel construida en obra, sino de barracones prefabricados dentro una alta cerca de gruesa malla metálica coronada de alambradas. Fuera de la cerca todo el perímetro está rodeado por una profunda zanja revestida de hormigón, cuya sección en “V” es tan aguda que quien caiga dentro no podrá volver a salir sin ayuda. La prisión, en toda su extensión, descansa sobre una base de hormigón que hace imposible cavar, pero en caso de poder hacerlo los reclusos sólo podrían utilizar las manos, pues dentro de la cerca no hay absolutamente nada que se puede usar como herramienta. Los únicos muebles son las camas, simples planchas de metal remachadas en el suelo provistas de una somera colchoneta, que al ser retirada permite que la plancha sea usada como mesa. Un suelo radiante proporciona calor en invierno dentro de los barracones. La cerca sólo tiene un acceso, una doble puerta y un puente retráctil que salva la zanja. A  través de esa puerta los soldados de la guarnición introducen la comida dos veces al día, en envases de cartón plastificado, sin cubiertos. Los presos reciben ropa nueva dos veces al año, coincidiendo con los cambios de estación. Para recibir atención médica salen de uno en uno, vigilados por soldados armados, que los escoltan hasta la enfermería. En caso de necesidad serían llevados en helicóptero al continente, pero eso es muy raro. Los reclusos del Penal de Alborán no suelen durar mucho, ya que acostumbran a poner fin a su vida pronto, enloquecidos por la inactividad, el continuo lamento del viento, el horizonte ilimitado en todas direcciones, el miedo continuo a ser agredido por alguno de los otros presos... En Alborán no hay excarcelación, no hay reducción de condena. De Alborán sólo se sale con los pies por delante.

 El sufrido lector habrá deducido dos cosas: una, que he visto muchas películas; dos, que puedo llegar a tener una imaginación bastante perversa, pero no soy el único, ya que prisiones así han existido, como el Castillo de If, erigido en un islote de la bahía de Marsella, en el que Alejandro Dumas encerrase a su inmortal personaje Edmundo Dantés, de su novela El Conde de Montecristo; por no hablar de los penales en colonias como la Guayana Francesa, o el legendario Penal de Alcatraz, en la bahía de San Francisco. El caso es que este tipo de prisiones se han convertido en monumentos a la ignominia, pues han albergado tanto a delincuentes habituales, como infelices que cometieron un simple error en su vida o a presos políticos, convirtiéndose en instrumentos del terror para los Estados. Mi Penal de la Isla de Alborán sería exclusivamente para monstruos.

 En esta época de tópicos politicamente correctos, eufemismos vergonzosos y dobles morales escandalosas una prisión como la que he descrito seria considerada inaceptable (que prisiones como la de Málaga alberguen el triple de la población reclusa para la que fueron construidas no se considera tan problemático, pero eso es otra historia).  Sin duda alguna asociaciones humanitarias nacionales e internacionales, la ONU, el Vaticano e incluso los Niños Cantores de Viena proclamarían que confinar así a nuestros semejantes no es humanitario.

 La pregunta del millón es si un desgraciado capaz de violar hasta la extenuación a una chiquilla, rociarla de gasolina y prenderle fuego (el modo en que murió Sandra Palo) es un ser humano y merece ser tratado como tal. ¿Acaso la condición de ser humano se adquiere por el simple hecho de ser parido por una mujer? Los asesinos de Sandra Palo están en la calle. Miguel Carcaño será excarcelado probablemente en unos diez años. ¿Esto sí es humanitario? La madre de Ruth y José soporta su calvario mientras el padre de los niños permanece en prisión sujeto al protocolo antisuicidio y protegido de los presos que juguetean con la idea de arrancarle la piel a tiras. Los gastos que esto genera corren a cargo del Estado. El estudio forense independiente para estudiar los supuestos restos de los niños ha tenido que ser costeado por la sufrida señora. Sí señor, muy humanitario.

 Seguramente personas bondadosas, sensatas y bien intencionadas argumentarían que tratar así a los monstruos semi humanos (los voy a llamar así, si no les importa) no solucionaría nada, que seguirían existiendo los crímenes horrendos y que la finalidad de la prisión, en última instancia, es rehabilitar. Yo les respondería que sí, que tienen mucha razón, seguramente, pero que a mí, que por lo general me tengo por bondadoso, sensato y bien intencionado me importa un bledo pensar en este caso como un bárbaro descerebrado y cruel. Que arrojaría sin pestañear a estos deshechos al Penal de la Isla de Alborán y después me olvidaría de ellos. Que el sol, el viento y la locura hicieran el resto.

sábado, 25 de agosto de 2012

SUFRO MUCHO


Como tantas cosas en esta vida, el sufrimiento es algo relativo. Hay personas que sobrellevan con dignidad e incluso con actitud positiva padecimientos que a otras doblegarían. Es cuestión de actitud, de perspectiva y de valores. Los valores dan perspectiva, ayudan a matizar el sufrimiento propio y a empatizar con el de los demás.

 Hoy he vuelto a encontrarme con una señora de la que ya hablé en otra entrada de este blog. Casada con un antiguo usuario de la Comunidad Terapéutica en la que trabajo, que abandonó el tratamiento, su vida se halla al borde del abismo. Su marido continúa con su descontrolada vida, quemando dinero en juergas, esquilmando la economía familiar, saqueando incluso las huchas de sus hijos, negando lo innegable, insultando y quejándose, quejándose de que nadie le entiende y de que sufre…

 ¿Sufre?

 Hace poco sufrió una neumonía. Eso sí es cierto. Se le encharcaron los pulmones y tuvo que permanecer unas semanas en el hospital. Ella le veló todas las noches. Él entró en el mismo discurso ya pronunciado tantas veces antes… “Lo siento tanto”. “Voy a cambiar”. “Me he dado cuenta de todo lo que te he hecho”... y todo lo demás. Salir del hospital y volver a las andadas fue todo uno. Ante las recriminaciones por su comportamiento llega el viejo reproche… “¡Todo el mundo dice lo que hago mal, pero nadie sabe lo que sufro!”. ¿Sufres mucho? ¿Por eso te pasas la vida sin dar un palo al agua y te dedicas a hacerle la vida imposible a todo el mundo? ¿Tanto sufres que ni las lágrimas de tu esposa ni de tus hijos te conmueven y tienes que aliviarte con a tu tóxica manera?

 Pues sí… Será que sufres mucho.

 El caso es que ella no puede más. La demanda de separación está presentada, pero él no parece que vaya a cooperar. A su perversa manera va a luchar pasivamente para retener a su lado a una esposa y unos hijos  a los que trata como si los despreciara profundamente, al menos tan profundamente como parece despreciarse a sí mismo, dado su comportamiento autodestructivo.

 Este hombre es una de esas personas generadoras de sufrimiento, para sí mismo y para los demás. Permanece en un círculo vicioso, viendo la vida a través de un velo gris que le dibuja a él cómo víctima y las personas que le rodean como torturadores. Es una visión interesada, naturalmente. Lo peor es que tuvo la oportunidad de salir de ese infierno y la desperdició. ¿Por qué? Eso sólo lo sabe él. Prefiere abandonarse al sufrimiento (lo cual sólo requiere eso, abandonarse, dejarse llevar como por una corriente) en lugar de luchar por mantenerse a flote, por tratar con dignidad a su esposa e hijos, por recuperar la propia estima, por dotar su vida de un sentido. Al final, lo más probable es que muera solo como un perro. ¿Es digno de compasión? Yo no lo creo. Hay personas a las que el sufrimiento les viene dado y no pueden hacer nada por evitarlo. La esposa de este individuo está ya tomando sus medidas y aún le queda mucho por sufrir. Él sufre porque le falta valor para dejar de hacerlo. Sus conductas le alivian momentáneamente, pero nada más. Cambiar le obligaría a hacer sacrificios, a verse a sí mismo tal y como es y luchar para ser de otra manera. Eso dolería, pero le haría cambiar… si quisiera. El caso es que hoy por hoy no quiere… y es una pena.

jueves, 23 de agosto de 2012

EQUILIBRIOS DESEQUILIBRADOS


 Hoy he tenido que comunicar a una persona que, probablemente, tendrá que entrar en prisión. No puedo decir que no se lo merezca, al menos desde este anquilosado y disparatado sistema judicial nuestro, basado en el Derecho Romano e insensible a la realidad de las personas. El delito cometido es claro, pero no puedo decir a boca llena que se merezca la cárcel. Es que la cosa es casi de risa. Esta persona en cuestión ha sido denunciado cinco veces por conducir sin carnet (la verdad es que tiene narices) y ello le va a acarrear cuatro meses de prisión. El asesino confeso de Marta del Castillo va a cumplir quince (si los cumple) por abrirle la cabeza a la chica con un cenicero y tirar su cuerpo a un contenedor de basura. ¿Es proporcionado? Yo al que es sorprendido conduciendo sin carnet (no porque se le haya olvidado en el otro pantalón, sino porque no lo tenga), lo privaría de por vida del derecho a conducir vehículos a motor por la vía pública y al que conduzca borracho lo condenaría a servir un mes todos los años como trabajador voluntario en el Hospital para Lesionados Medulares de Toledo. Al asesino de Marta del Castillo lo exiliaría de por vida en la isla de Alborán, para que viera el rostro de su víctima en cada ola, en cada piedra y en cada sol del amanecer y del crepúsculo, lejos del contacto humano. No mandaría a ninguno de ellos a la cárcel.   Tarifar los delitos en meses o años de prisión es un despropósito. No es equilibrado, es un desequilibrio.

  A mi alrededor hay personas, personas queridas para mí, que sufren enfermedades crónicas. Es algo doloroso no poder aliviarlas cuando sus dolencias dicen de hacerse presentes y recordar que están ahí. La enfermedad es arbitraria. Buenas personas caen enfermas y seres de almas amorfas tienen físicos sanos como peras. Una persona con una enfermedad crónica recibirá las mismas presiones y exigencias que una que esté sana y así esté reventando tendrá que trabajar como uno más mientras un inspector médico con la consigna de dar el alta al mayor número posible de personas considere que es apto o apta para trabajar. Esto no es equilibrado, es un desequilibrio.

 Hoy en las noticias he visto como el Ministro del Interior dice que el Alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo y su legión de incondicionales en marcha por Andalucía dan “mala imagen a España”. No voy a entrar a discutir eso, pero Rodrigo Rato, nefasto gestor de una entidad bancaria que cuesta millones al erario público también la ha dado… y ningún politicastro de tres al cuarto ha osado decirl, porque Rato es de la maldita camarilla. Esto no es equilibrado, es un desequilibrio.

 Los equilibrios desequilibrados nos están comiendo poco a poco, riéndose de esta falacia que se dio en llamar “Estado del Bienestar” que se ha revelado tan falso como un billete fotocopiado. Si llenamos nuestras vidas de cosas auténticas y nos esforzamos por tener criterios propios puede que aún haya alguna esperanza para nosotros como civilización y como especie. Quejemonos de lo que esté mal siempre y no solo cuando nos toque. Si el sistema es una basura quizá haya que empezar a rebelarse.

lunes, 20 de agosto de 2012

GUARDAR LAS APARIENCIAS

  He sobrevivido a otra feria de Málaga. No me gustan las sevillanas, no me entusiasma el  Cartaojal  y los jolgorios en general ya no me llaman la atención. En su día ya me bebí todo lo que me tenía que beber y me corrí todas las juergas que me tenía que correr. Cumplí con el ritual de llevar a la niña a montarse en los carricoches y listo.

 El caso es que, como de costumbre, me molesta esto de festejar por festejar. Cierto es que las grandes fiestas de las localidades dan trabajo a personas y permiten a otras generar ingresos, pero los municipios son como otra cualquier sociedad  y cuando las arcas se vacían hay que reducir gastos. Ya se ha notado el tijeretazo en la feria de este año, pero desde mi punto de vista no lo suficiente. Suprimamos el castillo de fuegos artificiales, reduzcamos aún más la iluminación y sólo mantengamos la infraestructura básica para asegurar el funcionamiento de las casetas y las atracciones. ¡Eso sería una feria para tiempos de crisis! Pero habría un problema: tantas medidas de ahorro llamarían mucho la atención, crearían desconcierto entre la gente, porque al personal le puedes exprimir hasta la extenuación, al principio chillarán, pero al final se calmarán y llegarán a la resignación. ¿Acaso ven actualmente a algún transportista (otrora tan exaltados) protestar por el disparatado precio del gasoil de automoción? Sin embargo, como empiecen a caer iconos (y la feria de Málaga, con sus fuegos de artificio  inaugurales y su portada iluminada es un icono) la gente comenzará a ponerse muy nerviosa. Podrían convencerse de que las cosas están realmente mal.

 Algo parecido pasa con los bancos. Un banco que quiebra mina la confianza de la gente, pues persiste la creencia (insuficientemente fundada) de que el dinero en ellos está seguro. Uno de los peores miedos de uno de esos privilegiados que pueden permitirse ahorrar es querer retirar su dinero de la cuenta y que el banco le diga que no lo da (lo que pasó en el “corralito” argentino). Si los bancos y cajas cuya gestión ha sido ruinosa fueran a la quiebra, se crearía una importante conmoción social… y no debería, pues teóricamente   un banco que quiebra debe disponer de un fondo de emergencia para reintegrar su dinero a los depositantes en primer lugar, luego a los usuarios de fondos de inversión  y finalmente a los accionistas (esto es, los primeros en cobrar son los clientes que corren menos riesgo y reciben menos beneficios y los últimos, mientras alcance el dinero, los que más). Con la leche esta del rescate a la banca no se protegen los intereses del Estado y mucho menos los de la población, se protegen los intereses de la banca y los de la clase política ligada a ella por relaciones de clientelismo. Si Bankia, Caixa Galicia y demás pozos ciegos fuesen a la quiebra los únicos que tendrían que resentirse son los que pueden permitirse jugar en bolsa y la legión de chupópteros que se retiran con pensiones fabulosamente inmorales. Pero cualquiera al que le ingresan la nómina en un banco se sentiría inseguro, por no hablar del que encima tiene unos ahorrillos.

 Todo gobierno entiende que para evitar el desorden social y la rebelión, lo principal es tener a la plebe tranquila. Reducir gastos de manera notoria, sin tocar educación, sanidad o pensiones, eliminando aquellas estructuras, instituciones, empresas o chanchullos varios que favorecen a unos privilegiados… podría cambiar la cara a este país… pero falla una cosa: todo el mundo quiere tener más y quien tenga las posibilidades de tener más no las cederá sin luchar y a quien no las tenga  no le queda sino jorobarse, manteniendo la esperanza de que pase el chaparrón, mientras a su alrededor sigue habiendo ferias iluminadas, bancos abiertos y centros comerciales atontando al personal con sus luces y colores: toda la parafernalia de la economía de mercado que se nos ha enseñado a aceptar como la única posible. ¿Es la única posible? El alcalde de Marinaleda sigue creyendo en la utopía comunista. ¿A quién podrá el tiempo en su sitio? La historia habla. El comunismo no ha sido la respuesta, pero ¿y si fuera posible un sistema distinto? Pero por otra parte, ¿quién quiere un sistema distinto si el personal, por jodida que vega la cosa, se adapta tan bien a este? ¿Estamos realmente preparados no sólo para crear, sino para mantener una sociedad solidaria, igualitariamente austera, sostenible, humana? ¿Podremos renunciar algún día al tener sobre el ser, tranquilizados por las apariencias que no hacen sino encubrir el sin sentido, la codicia y la injusticia social? ¿Veremos en esta época el colapso del sistema capitalista?

 Yo quisiera verlo… y al carajo con las apariencias.

jueves, 16 de agosto de 2012

A LA CÁRCEL

 He tenido noticias de que un muchacho que estuvo como usuario en la Comunidad Terapéutica tiene muchas probabilidades de entrar en prisión por un robo con fuerza que cometió hace años. Ya se sabe, los asuntos de palacio van despacio y las condenas llegan a veces cuando las circunstancias vitales de la persona han cambiado sustancialmente y no tiene ya nada que ver con quien fue arrestado por la policía. Este chico en cuestión tiene a día de hoy una vida normalizada, pareja y una hija. El juez parece no atenerse a razones.

 Hace un par de años di una clase para la titulación de Experto Universitario en Drogodependencias de la Universidad de Málaga. El tema no era de mis preferidos y versaba sobre el marco legal e institucional de las drogodependencias y claro, uno de los aspectos que toqué fue el penal, saliendo inevitablemente el tema de las medidas sustitutivas de las penas de prisión, como las suspensiones de condena supeditadas a la realización de un programa de tratamiento en el caso de los delitos cometidos en relación con la drogadicción del penado.  Uno de los alumnos, que no estaban precisamente motivados con mi exposición (yo mismo no lo estaba), me dijo si yo creía  que una persona que ha cometido un delito bajo los efectos o impulsada por su drogadicción es merecedora de evitar la cárcel a cambio de realizar un programa terapéutico. Noté cierto desdén en la pregunta y esforzándome por resultar cortés, le respondí un rotundo “sí”. En un aula, en una facultad, obligado a ser políticamente correcto, fundamenté la  respuesta en mi experiencia profesional. Sin embargo, hablar de que las personas vayan o no a la cárcel nada tiene que ver con lo políticamente correcto.

 Teóricamente la función social de la prisión es posibilitar la reinserción social del penado. En la práctica es un espacio vacío, una zona muerta en la que las personas son depositadas durante meses o años, para nada. Hacinadas en un espacio insuficiente, acosadas por el aburrimiento bajo una pobreza de estímulos atroz, sumidas en un ambiente violento y opresivo donde cada día resulta espantosamente parecido al anterior. La tentación de “robarle unas horas al juez”  consumiendo drogas, resulta demasiado tentadora; porque en la cárcel hay droga, mucha, es sabido y aceptado. Así lo admitía tácitamente el por entonces subdirector de tratamiento de la Prisión Provincial de Málaga en una ponencia a la que asistí cuando yo mismo cursaba la mencionada titulación de Experto Universitario en Drogodependencias: “Tenemos los medios para impermeabilizar la prisión a la entrada de drogas” decía “pero la aplicación de estos medios podría suponer una grave falta de respeto a la dignidad de las personas”. Lo que cualquier funcionario de prisiones admitirá en petit comité es que una población reclusa bien drogada es más fácil de controlar, por eso no interesa mantener la cárcel libre de drogas.

 La cárcel, actualmente, tiene sólo un carácter disuasorio y punitivo respecto a la comisión de delitos. La supuesta finalidad de la reinserción resulta un chiste. Eso de que quien la hace tiene que pagarla, que los delincuentes deben saldar su deuda con la sociedad puede tornarse en un argumento perverso, porque la justicia no es ciega. Miope, todo lo más y de ello estamos seguros porque en la cárcel no hay ricos y si los hay salen pronto. La ceguera de la justicia parece ser tal en casos que resultan sangrantes. Una persona que demuestra su voluntad de reinsertarse no volviendo a delinquir y tratando un problema de adicción debería poder evitar la prisión. Hay jueces muy comprometidos con esta idea, pero otros parecen complacerse en aplicar la ley con sorprendente rigidez, sorprendente sobre todo en un contexto social donde los chorizos de alto nivel campan a sus anchas sin sufrir consecuencias.

 Este muchacho, sin al final entra en prisión, tendrá que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad y todos los valores que haya interiorizado porque es adicto y entra en la boca del lobo. No le deseo la prisión a nadie, pero hay personas para las que no es tan traumático. Para él sí lo será.

lunes, 13 de agosto de 2012

ARMADOS Y PELIGROSOS

  Un arma es algo terrible. Muchos utensilios pueden ser utilizados como armas en un momento dado, pero el arma en sí misma es la expresión de la condición de la perfidia humana: un instrumento concebido únicamente para matar.

 Sin embargo no nos engañemos: el homo sapiens es lo que es hoy gracias a su capacidad de armarse, compensando así su inferioridad física ante el resto de especies. Si nuestros simiescos antepasados no hubiesen aprendido a utilizar palos y piedras, afilarlos, trabajarlos para aumentar su potencial de dañar… usted y yo no existiríamos  porque la especie humana no existiría tal y como hoy la conocemos. Sólo habría bandas de primates en las copas de los árboles. Quizá fuese mejor así.

 El caso es que ya estamos aquí y las armas, en especial las armas de fuego,  siempre han ejercido una misteriosa fascinación entre los seres humanos. La mayoría de países aplican restricciones muy estrictas para su posesión y uso, siendo una conocida excepción el caso de Estados Unidos, donde en la mayor parte de su territorio una persona mayor de edad y sin antecedentes penales puede adquirir legalmente un arma de fuego sin pasar un mínimo test psicológico. Y no cualquier arma; puede adquirir una pistola, un revolver, una escopeta de caza, un rifle de largo alcance o incluso armas militares de gran potencia. Es demencial, pero esta práctica está refrendada por la Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que legitima la posesión de armas de los particulares para poder crear rápidamente milicias populares en caso de necesidad. Claro, hay que tener en cuenta que esta enmienda data de finales del siglo XVIII, cuando la independencia estaba recién ganada, existía el miedo a que Gran Bretaña intentase recuperar sus colonias y no resultaban raras las disputas con los indígenas que, vaya usted a saber por qué, no parecían haberse tomado muy bien que los blancos les robasen la tierra. Dentro de aquel contexto tenía su sentido, pero hoy no es probable que la reina de Inglaterra quiera dar problemas, así que hay que buscar otro argumento y es el derecho a la legítima defensa y que “cuando las armas son ilegales sólo los ilegales tienen armas”. Esto no es un argumento, es una perogrullada, lo cierto es que cuando las armas son legales hay muchas armas en las calles, la gente armada es peligrosa en potencia y en Estados Unidos los chiflados pueden ser chiflados armados (hasta los dientes) con pasmosa facilidad. Que un majareta pueda disparar cientos de balas sobre una multitud y colocar en su piso trampas explosivas para volar medio barrio, como hemos podido ver hace poco con el tarado que desató el infierno en el estreno de la última película de Batman, es una realidad propia de un sistema en el que las prioridades están alteradas. ¿Puedo pegarte un tiro porque entres en mi propiedad?  Un amigo mío escuchó a un cubano exiliado de Miami defender esto fervientemente. Se pega todo, menos lo bonito.

 Pero en España también tenemos casos delirantes. La posesión de armas cortas está prácticamente prohibida para los particulares, pero las armas largas para caza se pueden tener sin mucho problema. Teóricamente existen requisitos para la expedición de las licencias, pero en la práctica absolutos gañanes a los que no hay por donde coger poseen y llevan al monte armas capaces de tumbar a un jabalí, armas que no deberían llevar porque no tienen el sentido de la responsabilidad necesario para manejarlas. Hace poco me narraban un episodio ocurrido en una localidad de mi provincia: unos salvajes tiroteaban desde la azotea de la casa de uno de ellos a unas cabras monteses soltadas por los servicios de medio ambiente y que al haber sido criadas en cautividad se acercaban al pueblo por no tener el necesario miedo a los humanos.

 Nunca he disparado un arma de fuego (ni siquiera hice el servicio militar) y espero no tener que hacerlo nunca. Ni siquiera me gustan los videojuegos en los que hay que disparar. La vida y la muerte son cosas demasiado serias como para jugar con ellas a través de un acto tan ridículo como apretar un gatillo.

sábado, 11 de agosto de 2012

ASALTAR UN SUPERMERCADO

 Cuando yo era joven (que creo que ya no lo soy o al menos empiezo a dejar de serlo) me proclamaba comunista. Empecé a hacerlo en el colegio (el de los alegres frailes) para tocarles los huevos a los fachas hijos de fachas que pululaban por allí. Adopté la parafernalia típica: vestir desastrado, dejarme barba y lucir un pañuelo palestino. Me junté con gente muy de izquierdas y me las daba de izquierdista. Luego conocí a los que se dedicaban a la política en la universidad (los de izquierdas y de derechas) y me parecieron todos unos gilipollas. Leí la biografía (no autorizada) de Ernesto “Che” Guevara, leí “Archipiélago GULAG”  y “Un día en la vida de Iván Denisovich” de Alexander Solzhenitsin y concluí que si el comunismo ha causado tanto dolor, segado tantas vidas y sumido a tanta gente en la miseria… en fin, no puede ser bueno. No puede ser bueno por una sencilla razón: el fin de las ideologías políticas, de izquierdas o de derechas, es la obtención y el mantenimiento del poder, no el servir a los ciudadanos, aunque los que se dedican a la política pretendan convencer de lo contrario.  La historia nos lo cuenta.

 Por eso no creo en los políticos, aunque vaya a votar, porque el ciudadano debe votar, en conciencia, con una reflexión previa. Si el ciudadano no vota deja de lado su propia condición de ciudadano, aunque nuestra ley electoral sea una basura infumable.

 Probablemente en aquellos años irreflexivos hubiese aplaudido la acción de los sindicalistas que el otro día asaltaron supermercados bajo los auspicios del señor alcalde de Marinaleda, remedo moderno de un revolucionario cubano de la Sierra Maestra. Me habría parecido una acción valiente y revolucionaria, quitarle a un rico para dar a los pobres… Hoy me parece un error. Es un saqueo. Aunque los agraviados sean cadenas de distribución para las que la pérdida material es  insignificante eso no convierte la acción en algo legítimo. “Expropiación forzosa” lo llamaron. Las expropiaciones siempre lo son… y dejando aparte el hecho de que el término está incorrectamente utilizado en este caso, no deja de ser un eufemismo vergonzoso. También los terroristas vascos llaman “impuesto revolucionario” a la extorsión. Lo bueno (y lo malo) de adherirse a una ideología es que si te la crees lo suficiente puede darte derecho a hacerlo casi todo justificándolo en aras del bien común. En todas las revoluciones se ha ejecutado sumariamente a muchos “enemigos del pueblo”, se han suprimido libertades individuales sometiendo al pueblo que se pretendía liberar a regímenes  de vigilancia, control y represión absolutamente terroríficos. En la práctica han seguido existiendo opresores y oprimidos. La Unión Soviética y todos sus satélites, así como Cuba, han sido ejemplos muy claros de ello.

 Actos como estos deberían darnos mucho miedo en este país. No se ha tratado de un acto solidario. Los bancos de alimentos y otras ONGs trabajan la solidaridad cada día sin hacer ruido más que para concienciar a la opinión pública. Se trata de un acto político de oposición al gobierno y a la administración, que bien o mal están respaldados por la soberanía popular (no lo olvidemos, nos queda más de media legislatura que soportar gracias al voto del miedo, pero ha sido el voto del pueblo al fin y al cabo). La política se hace en las asambleas de representantes, no mediante actos de violencia revolucionaria. De eso se vio mucho en los años de la Segunda República y se creó tal caos entre las diversas facciones dentro de la misma izquierda que al final un puñado de generales fogueados en la Guerra de África creyeron ser los únicos que podían poner orden… y estalló una Guerra Civil en la que los sublevados derrocharon violencia a manos llenas, pero durante la cual los desmanes en la zona republicana fueron también atroces.
 Miren, yo no he estado en Marinaleda, pero su alcalde lleva gobernando sin oposición desde hace veintiocho años. Eso en democracia no es natural. Dicen que este municipio es una puesta en práctica real y sostenible de la utopía comunista. ¿Será verdad? Si todas las anteriores puestas en práctica de la utopía han sido fracasos espantosos… ¿Por qué tendría esta que ser diferente?

 No hablaré más de una realidad que no conozco. Lo que sí conozco es lo que dice la historia. La ideología y los métodos de quienes asaltaron el Mercadona de Écija no han traído nunca nada bueno para nadie. Por su parte Juan Roig, presidente de la cadena de supermercados, debería  cambiar su política abominable de tirar los alimentos no vendibles en lugar de donarlos. Es monstruoso. Monstruosa es también la vieja pugna entre capitalistas y comunistas. No trajo soluciones para el sufrimiento humano y no las traerá ahora.

 La gente tiene que comer, aunque no tenga dinero para pagar la comida. Los bancos de alimentos siguen con su callada labor. Ellos sí apuestan por la dignidad humana. Los piquetes de sindicalistas son sólo turbas vandálicas, ya se congreguen ante la puerta de una fábrica en una huelga general o ante un supermercado que vayan a saquear. No creo en ellos, no me representan, ni creo que tengan legitimidad para afirmar que representan al pueblo. Las cajeras con las que se encararon en Écija también eran el pueblo, pero para los que sirven a una ideología el pueblo es todo aquel que les vitorea. Los que no… son sólo el enemigo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

¡OLÍMPICOS!

 Yo sostengo la peculiar teoría, medio en serio, medio en broma, de que el deporte es perjudicial para la salud. Algo que te agota, que puede lesionarte de gravedad y que incluso puede llegar a crear adicción tiene que ser malo a la fuerza.  Las culturas tribales siempre han considerado las actividades físicas no belicosas ni dirigidas a la supervivencia una simple preparación para la guerra. Vemos a esos aspirantes a deportistas educados desde la más tierna infancia en una disciplina digna de hoplitas espartanos. Los niños tienen que estudiar y jugar. Los niños que entrenan horas y horas después del colegio y los fines de semana me dan un poco de pena. Quizá son felices, quizá se sienten realizados, no lo sé. A mí el deporte nunca me atrajo porque la mayoría de los tíos que lo practicaban en mi cole (el de los alegres frailes) me parecían una caterva de capullos arrogantes. Quizá fuese yo el que tenía un problema de actitud.

 Pierre de Coubertin, el señor de mostacho impresionante y promotor de los modernos Juegos Olímpicos, cuya fotografía les adjunto, era un idealista. Demasiado sensible y cultivado para la academia militar de Saint-Cyr, se convirtió en un pedagogo de ideas progres (progres para fines del siglo XIX). Enamorado de las tesis que defendían la cultura física y que hacían furor en la Gran Bretaña de esa época, soñaba con un acontecimiento aglutinase a deportistas de todo el mundo y los enfrentase en una competencia amistosa en la que el premio sólo fuese el prestigio de ser el mejor en la propia disciplina, pero en la que lo importante no fuese ganar, sino participar. Curiosa contradicción, dado que la misma esencia del deporte es la competición… y se compite para ganar, a mí que me dejen de hostias.

 El modelo que Coubertin buscó para su sueño no pudo ser más incongruente, pues en los Juegos Olímpicos de la Antigüedad lo importante no era participar, sino ganar, por el prestigio y la gloria.

 Los Juegos Olímpicos, sólo eran uno de los cuatro ciclos de competiciones de diversa índole que se celebraban en la antigua Grecia a lo largo de una olimpiada, unidad de tiempo que abarcaba cuatro años.  El origen de estas competiciones, leyendas aparte, hay que buscarlo en el carácter fundamentalmente belicoso, competitivo e incluso fraticida de los antiguos griegos (padres fundadores de nuestra bienamada civilización occidental). Grecia no era un estado, sino una constelación de pequeños territorios que tenían como corazón la polis. Estos micro estados, aunque compartían lengua, cultura  y costumbres (salvo los espartanos, que eran los más excéntricos y cuyas costumbres habrían sido insoportables para cualquiera con dos dedos de frente) eran fervientemente nacionalistas y chovinistas y no tenían el menor escrúpulo en declararse mutuamente la guerra por un quítame-de-ahí-esas-pajas. Pero claro, las hostialidades cuestan caras en recursos y vidas humanas y eran precisos veinte años de educación y preparación para poner en pie de guerra a un ciudadano soldado. Los cuatro certámenes celebrados a lo largo de la olimpiada, durante los cuales se declaraba la tregua sagrada, eran el modo ideal de canalizar la feroz rivalidad entre los ciudadanos de diversas polis, ya fuese participando en los juegos o jaleando desde las gradas. Se reducía la mortalidad, se mantenía fuertes a los hombres que podían ser llamados a las armas (todos los ciudadanos recibían formación atlética, aunque sólo los más dotados compitieran) y se mantenía vivo cierto espíritu de colectividad por encima de la competencia, pues el Imperio Persa siempre acechaba y periódicamente era preciso unirse contra el enemigo común.

 Es decir, estas competiciones, estos juegos pan-helénicos aseguraban la supervivencia y la libertad de los griegos, les mantenían fuertes para la guerra e impedían que acabaran  matándose entre ellos. Después venía toda la parafernalia ritual que tanto gusta a los seres humanos y la componente religiosa que, aunque los dioses griegos fuesen una  pandilla de psicópatas pendencieros y lujuriosos, tenía su importancia, al menos para las apariencias. Los juegos eran una cosa muy seria, en algunas modalidades de lucha era posible morir, se competía descalzo, en pelotas y untado de aceite, salvo en una de las pruebas atléticas que consistía en una carrera cargado con armadura y escudo (para que quedase más clara si cabe la conexión de los juegos con la guerra) y en las pruebas ecuestres, pues se ve que no era de buen tono ir a caballo o en un carro con las vergüenzas al aire. La misma palabra usada para designar las pruebas, agon,  da idea de lo intenso de las mismas, teniendo en cuenta que la palabreja es raíz de agonía. Eran tipos duros, hijos de la época que les tocó vivir.

 Como vemos los Juegos Olímpicos de la Antigüedad no eran precisamente el modelo de buena voluntad y armonía entre los pueblos que propugna el olimpismo moderno, movimiento inaugurado por una serie de personajes bien intencionados, con Courbertin a la cabeza, y que dieron en llamarse Comité Olímpico Internacional, una de esas instituciones tan decorativas y bonitas, como la ONU y la UNESCO pero que no tienen ni un ápice de influencia en un mundo regido por el capital. Abanderados de la hermandad y la paz mundial a los que nadie hace ni puto caso. El COI acapara la atención mundial cuando se celebra una elección de sede para unos juegos. Las legaciones de las ciudades candidatas acuden expectantes: hay mucho en juego, contratos de construcción (villas olímpicas, estadios, reformas de infraestructuras…), ingresos por la masiva afluencia de público que se espera, publicidad… Negocio, negocio… gastar dinero para ganar dinero, no para la gente, sino para los empresarios y los políticos que los avalen. ¡Coño, que con la que está cayendo Madrid era candidata para los juegos de este año! ¿Imaginan que hubiese sido elegida? ¿Imaginan que Marianico estuviese aplicando su política actual de tijeretazos y puñaladas traperas sobre el telón de fondo de unos juegos olímpicos organizados en Madrid? ¡Habría sido apoteósico, con el rescate en lo alto y la Merkel rasgándose las vestiduras! No hombre, no ¡aquí habríamos organizado los juegos con dos cojones! Porque no tendremos un puñetero duro pero vergüenza torera nos sobra. ¡Gazpacho y tortilla papas a manta para los atletas! Y a falta de villa olímpica los alojamos en los pisos embargados a los ciudadanos que no pueden pagar sus hipotecas.

 Los juegos de la antiguedad mantenían libre Grecia, los de hoy día son un espectáculo mediático más y un pingue negocio. ¿Coubertin estaría orgulloso?

 Aún no sabemos lo que van a costar los Juegos Olímpicos de Londres nada más que en seguridad. El dispositivo desplegado es acojonante. Quizá cuando se haga público el coste (si se hace) tal dispositivo sea necesario para reprimir a la población indignada, aunque no lo creo. ¡Londres sale tan bonito por la tele!

 Lo que es yo... los únicos Juegos Olímpicos que recuerdo con cariño son los de Astérix. Geniales historietas, leánlas.

sábado, 4 de agosto de 2012

ASÍ LEVANTAMOS UN PAÍS...


 Hace unos meses tuvimos que cambiar de proveedor de huevos en la Comunidad Terapéutica. Llevábamos la tira de años comprándolos a una pequeña explotación local, pero la furibunda política de planes de calidad impuesta por las administraciones públicas nos ha empezado a obligar a pagar a los proveedores mediante transferencia bancaria a meses vencidos. Esta pequeña granja necesita cobrar los pedidos en efectivo para poder disponer de liquidez y poder pagar sus  propios gastos. No factura tanto como para poder diferir los cobros… o al menos eso decía su dueño.  El caso es que tuvimos que suspender una satisfactoria y prolongada relación comercial.

 Hace pocos días, el dueño de esta granja pasó por la Comunidad, en ronda de captación de clientes después de casi haber tenido que cerrar. El motivo de su brusca caída: un sorpresivo cambio en las normativas que obligaba a cambiar la totalidad de las jaulas de la granja por nuevos modelos. Así, sin más. Llevas mucho tiempo en el negocio, sirviendo bien a tus clientes y de un día para otro tienes que meterte las gallinas donde te quepan pues no vas a tenerlas sin enjaular y de cualquier manera y las jaulas nuevas te va a costar Dios y ayuda poder comprarlas. Cuando por fin las tienes y te has quedado casi sin fondos, consigues que alguien te deje unas nuevas gallinas a un precio más que de amigo y así, poquillo a poco, consigues empezar a levantar cabeza. Esta ha sido (y aún está siendo) la odisea de esta pequeña granja avícola de toda la vida. Una pequeña empresa, de esas que mantienen en pie la economía real (la de pie de calle, la otra son las cuentas del Gran Capitán). Esto de los planes de calidad, las normativas y los reglamentos está bien, pero… ¿es realmente momento para cargar las tintas en este sentido? ¿Es esta la manera de incentivar a las empresas, de reactivar la economía, de dar un balón de oxígeno a esta sociedad cabreada porque nuestro malhadado gobierno sólo nos machaca a recortes sin dar ni un motivo para la esperanza?

 Los hospitales públicos de mi ciudad llevan meses acusando escasez de material sanitario como si estuviésemos en medio de una guerra o un desastre natural de proporciones bíblicas y las reducciones de personal en esos mismos hospitales empiezan a rayar lo esperpéntico. A los funcionarios se les quita la paga extra de Navidad…  ¡abrase visto semejante putada!  Es una brutalidad, es como meterle a uno una cuchillada en el hígado. ¿Es esta la manera de salir de una crisis económica? ¿Matando ilusiones? ¿Cargándose a pequeños empresarios? ¿Precarizando el servicio de los hospitales?

 Este gobierno no cuida de sus ciudadanos, sólo pretende mantenernos dentro de la Unión Europea y del Euro, sin que tengamos una idea muy exacta de si eso es beneficioso a largo plazo o no o de si tiene ventajas más allá de poder viajar a Francia o a Italia o si andas escaso de fondos a Gibraltar y pasar la frontera sin pasaporte y sin necesidad de cambiar moneda. Lo único cierto y palpable para todos es que nos están jodiendo bien y que aún nos joderán más.

 A propósito ¿para qué servirá todo ese dinero que pretenden ahorrar con tanto recorte? ¿En qué lo reinvertirán? ¿O simplemente desaparecerá? A usted y a mí nos van a subir los impuestos, el 1 de septiembre sube el IVA y un diputado seguirá cobrando 1800 € mensuales que no necesita de dieta por desplazamiento. ¿Así vamos a salir? Lo que es yo, no salgo de mi asombro.

HITLER, EL INCOMPETENTE