miércoles, 29 de agosto de 2012

LOS MONSTRUOS CONDENADOS DE LA ISLA DE ALBORÁN


Voy a hablarles de una prisión que no existe: el Penal de Alborán. Sólo existe en mi imaginación. Nació ayer, cuando escuché la noticia de la aparición de unos restos óseos calcinados que pudieran ser de los pequeños Ruth y José, presuntamente asesinados por su padre, José Bretón. Si el Penal de Alborán existiese físicamente sería el infierno sobre la tierra… más bien sobre el mar, pues Alborán es una isla a medio camino entre Almería y la costa de Marruecos. Llamarla isla es, sin embargo, una concesión extremadamente generosa. Se trata de una roca plana de apenas siete hectáreas bordeada por acantilados, batida constantemente por vientos despiadados, sin un solo abrigo natural y cubierta de una rala vegetación (interesantísima para los científicos) pero que apenas levanta un palmo del suelo.

 En la isla de Alborán hay una guarnición de la Armada Española que se releva cada tres semanas. Viven en un viejo faro del siglo XIX, vigilan el mar y detienen a los pasajeros de las pateras que se quedan a la deriva y tienen la suerte de arribar allí y no acabar en el fondo del Mediterráneo. Por lo demás allí sólo hay un cementerio con tres tumbas, un helipuerto, gaviotas y cangrejos.

 Hasta aquí la realidad. Ahora empieza mi imaginación.

 El Penal de Alborán es una prisión especial para monstruos. Entre sus huéspedes se cuentan los personajes más deleznables de la reciente historia negra de España: Miguel Carcaño, asesino confeso de Marta del Castillo; Francisco Javier Astorga Luque, Ramón Santiago Jiménez, José Ramón Manzano Manzano y Rafael García Fernández, violadores y asesinos de Sandra Palo; Santiago del Valle, asesino de Mari Luz Cortés… entre otros. No se trata de una cárcel construida en obra, sino de barracones prefabricados dentro una alta cerca de gruesa malla metálica coronada de alambradas. Fuera de la cerca todo el perímetro está rodeado por una profunda zanja revestida de hormigón, cuya sección en “V” es tan aguda que quien caiga dentro no podrá volver a salir sin ayuda. La prisión, en toda su extensión, descansa sobre una base de hormigón que hace imposible cavar, pero en caso de poder hacerlo los reclusos sólo podrían utilizar las manos, pues dentro de la cerca no hay absolutamente nada que se puede usar como herramienta. Los únicos muebles son las camas, simples planchas de metal remachadas en el suelo provistas de una somera colchoneta, que al ser retirada permite que la plancha sea usada como mesa. Un suelo radiante proporciona calor en invierno dentro de los barracones. La cerca sólo tiene un acceso, una doble puerta y un puente retráctil que salva la zanja. A  través de esa puerta los soldados de la guarnición introducen la comida dos veces al día, en envases de cartón plastificado, sin cubiertos. Los presos reciben ropa nueva dos veces al año, coincidiendo con los cambios de estación. Para recibir atención médica salen de uno en uno, vigilados por soldados armados, que los escoltan hasta la enfermería. En caso de necesidad serían llevados en helicóptero al continente, pero eso es muy raro. Los reclusos del Penal de Alborán no suelen durar mucho, ya que acostumbran a poner fin a su vida pronto, enloquecidos por la inactividad, el continuo lamento del viento, el horizonte ilimitado en todas direcciones, el miedo continuo a ser agredido por alguno de los otros presos... En Alborán no hay excarcelación, no hay reducción de condena. De Alborán sólo se sale con los pies por delante.

 El sufrido lector habrá deducido dos cosas: una, que he visto muchas películas; dos, que puedo llegar a tener una imaginación bastante perversa, pero no soy el único, ya que prisiones así han existido, como el Castillo de If, erigido en un islote de la bahía de Marsella, en el que Alejandro Dumas encerrase a su inmortal personaje Edmundo Dantés, de su novela El Conde de Montecristo; por no hablar de los penales en colonias como la Guayana Francesa, o el legendario Penal de Alcatraz, en la bahía de San Francisco. El caso es que este tipo de prisiones se han convertido en monumentos a la ignominia, pues han albergado tanto a delincuentes habituales, como infelices que cometieron un simple error en su vida o a presos políticos, convirtiéndose en instrumentos del terror para los Estados. Mi Penal de la Isla de Alborán sería exclusivamente para monstruos.

 En esta época de tópicos politicamente correctos, eufemismos vergonzosos y dobles morales escandalosas una prisión como la que he descrito seria considerada inaceptable (que prisiones como la de Málaga alberguen el triple de la población reclusa para la que fueron construidas no se considera tan problemático, pero eso es otra historia).  Sin duda alguna asociaciones humanitarias nacionales e internacionales, la ONU, el Vaticano e incluso los Niños Cantores de Viena proclamarían que confinar así a nuestros semejantes no es humanitario.

 La pregunta del millón es si un desgraciado capaz de violar hasta la extenuación a una chiquilla, rociarla de gasolina y prenderle fuego (el modo en que murió Sandra Palo) es un ser humano y merece ser tratado como tal. ¿Acaso la condición de ser humano se adquiere por el simple hecho de ser parido por una mujer? Los asesinos de Sandra Palo están en la calle. Miguel Carcaño será excarcelado probablemente en unos diez años. ¿Esto sí es humanitario? La madre de Ruth y José soporta su calvario mientras el padre de los niños permanece en prisión sujeto al protocolo antisuicidio y protegido de los presos que juguetean con la idea de arrancarle la piel a tiras. Los gastos que esto genera corren a cargo del Estado. El estudio forense independiente para estudiar los supuestos restos de los niños ha tenido que ser costeado por la sufrida señora. Sí señor, muy humanitario.

 Seguramente personas bondadosas, sensatas y bien intencionadas argumentarían que tratar así a los monstruos semi humanos (los voy a llamar así, si no les importa) no solucionaría nada, que seguirían existiendo los crímenes horrendos y que la finalidad de la prisión, en última instancia, es rehabilitar. Yo les respondería que sí, que tienen mucha razón, seguramente, pero que a mí, que por lo general me tengo por bondadoso, sensato y bien intencionado me importa un bledo pensar en este caso como un bárbaro descerebrado y cruel. Que arrojaría sin pestañear a estos deshechos al Penal de la Isla de Alborán y después me olvidaría de ellos. Que el sol, el viento y la locura hicieran el resto.

1 comentario:

  1. Fascinante. Me gusta leer, me gusta escribir, me gustan la películas con ingredientes como los que introduces en este artículo. No conocía la existencia de esta isla. En donde vivo, en Vigo, hay una isla pequeña que fue monasterio en la Edad Media, saqueada por piratas; en el XIX fue leprosería; en la Guerra Civil (agárrate los machos),se reconvirtió en campo de concentración franquista; posteriormente estuvo 40 años abandonada.

    http://2.bp.blogspot.com/-CqtC7CFDVZQ/T8-dphi4-fI/AAAAAAAABak/M4ihFXaRI-U/s1600/P1030161.JPG

    http://es.wikipedia.org/wiki/Isla_de_San_Sim%C3%B3n

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