sábado, 1 de septiembre de 2012

ARDE EL BOSQUE


 El bosque arde en mi Málaga. Han ardido miles de hectáreas. Entre ellas un paraje al que he ido muchas  veces con mi familia y mis perros: Barranco Blanco. El frescor de un río flanqueado de árboles, un rincón en el que escapar del furioso calor del verano… reducido a cenizas y tocones negros. Nadie de mi generación volverá a ver esos lugares tal y como eran. Ha muerto una persona, muchas otras podrían haber muerto tanbién, muchos animales han sucumbido, los daños materiales son cuantiosos y nuestro planeta está un poco más cerca de convertirse en un lugar absolutamente desolado, del que cualquier cultura alienígena que pueda haber por esos universos de Dios pase de largo si le queda un mínimo de sentido  común.

 Ante la destrucción sólo queda la rabia y la impotencia ante el absurdo de una pérdida irreparable… y de inmediato queremos culpables: un pirómano desquiciado, una siniestra trama de especuladores urbanísticos o excursionistas descuidados. En este caso es muy probable que haya culpables. Dada la virulencia del incendio y la amplitud del mismo cabe la posibilidad de que haya sido provocado y también cabe la posibilidad de que haya intereses creados y que en un periodo de tiempo relativamente corto los terrenos quemados se recalifiquen y surjan hoteles y urbanizaciones como mohos en una rebanada de pan viejo. Todo esto es muy probable, pero no resulta imprescidible que ocurran tales trajedias, ya que el personal tiende a tratar el monte como si fuera tan valioso como un montón de basura y de tal lo cubren. En el mismo Barranco Blanco los residuos abandonados eran frecuentes (al menos en la zona en la que se podía acceder en coche, frecuentada por los domingueros como yo). No eran infrecuentes las hordas indígenas que iban allí a hartarse de cerveza y hachís, liandose un porro tras otro en un lugar donde abundaba la hojarasca que prendería como el papel con sólo una colilla. Lo sorprendente es que Barranco Blanco no haya ardido mucho antes.

 En este país lo tenemos todo para que la vieja Hispania, la “tierra de conejos” de los romanos, en la que una ardilla podría haber viajado desde los Pirineos hasta Gibraltar saltando de rama en rama sin necesidad de tocar tierra, se desertifique en un par de generaciones más: políticos corruptos, especuladores sin escrúpulos y una legión de idiotas irresponsables con la talla moral de un pimiento de Padrón que ya están educando (o deseducando) a la siguiente generación de gañanes incivilizados que acudan al monte a hacer barbacoas y lo dejen perdido de botellas, de envoltorios, de sus propias cagadas que ni se molestan en cubrir con un poquillo de tierra y del papel de higiénico sucio de haberse limpiado el culo. Demasiado delicados para recoger su propia mierda.

 Lo más divertido. He ido la tira de veces a Barranco Blanco y nunca, NUNCA he visto pasar por allí a una patrulla del SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil). Ningún equipo de ninguna agencia de ningún maldito ministerio o consejería de la Junta de Andalucía que tenga que ver remotamente con el cuidado del medio ambiente. ¿Para qué?  ¿Para qué mimar nuestro legado, nuestra tierra, el país que recibirán los seres humanos que están aún por nacer? Para ser la España que deberíamos ser, no el esperpento en el que nos estamos convirtiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HITLER, EL INCOMPETENTE