lunes, 3 de septiembre de 2012

SEGUIDORES DE SALDO

 El otro día dijeron en las noticias que están proliferando en la red empresas que, por un módico precio, suministran contactos para las redes sociales: seguidores de Twitter o amigos de Facebook, por ejemplo. Además hay ofertas para todos los bolsillos… tantos seguidores por tantos euros. Hay empresas que los “reclutan” mandando solicitudes indiscriminadamente a los usuarios de las redes, para que se hagan amigos o seguidores del cliente; otras, menos escrupulosas, proporcionan amigos “falsos” vinculando al cliente con cuentas inactivas, poco utilizadas o incluso falsas, generadas por programas “robot” de esos que envían correo basura indiscriminadamente por todo Internet. Potencialmente los interesados en esta práctica (un tanto extraña, permítanme decir) serían empresas interesadas en promocionar  productos o servicios, políticos, artistas… es decir, entidades o personas que viven de la imagen; pero no son raras las cuentas comunes de usuarios particulares que también se valen de esta artimaña.

 Miren, yo no voy a dármelas de lo que no soy. Escribo un blog, lo difundo por Facebook, por Twitter y a través de la red de Google ¡y me gusta que me lean, que me comenten y que le den al “me gusta” en los enlaces! No diré lo contrario, que escribo para mí y esas paridas. Si escribiera para mí no lo haría en un blog, sino en un cuaderno de anillas. Pero si me entran en un día diez personas en el blog me siento feliz, si me entran cuarenta la cabeza me da vueltas y si me entran ochenta (que ha habido días) me desmayo de la emoción. Si hubiese una empresa que me ofreciese meterme a leer el blog (o al menos a abrirlo) doscientas personas a diario por diez euros mensuales no los pagaría. No pagaría ni un céntimo por eso. A mí me importa un bledo el número de seguidores de Twiter. Tengo siete y la mitad son revistas literarias que se me colgaron sabe Dios por qué y que no me hacen ni puñetero caso. Pagar a alguien para que engorde mi cuenta artificialmente bajo la creencia de que a la peña le atrae lo que supuestamente atrae a mucha gente me parecería una soberana gilipollez. Quiero lectores, no borregos.

 Estas empresas funcionan bajo la máxima “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. Una especie de principio de gravitación universal por el cual cuanto mayor es la masa de individuos a más individuos atrae. Si veo que el capullo de turno tiene cincuenta mil seguidores en Twitter a la fuerza iré a mirar porque lo que ofrece tiene que ser cojonudamente bueno. Sin embargo a todas las moscas les gusta la mierda y eso no quiere decir que la mierda sea necesariamente buena para mí. Eso no parece importarle a cierto candidato republicano que se presenta a las primarias de Estados Unidos, ya que los seguidores de su cuenta de Twitter parecen haberse reproducido como conejos durante el último fin de semana, en tal grado que parece sospechoso. Si eres un mediocre (y hoy día todos los políticos que concurren a elecciones por una presidencia lo son) necesitas aparentar que no lo eres, al precio que sea. Hoy las redes sociales tienen tirón a la hora de medir la popularidad de un personaje público. Aunque tu producto sea una basura (y tu producto puedes ser tú mismo) tienes la oportunidad de gustarle a la gente convenciéndoles de que gustas a muchos. Mierda de siglo.

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