El actor Eduardo Velasco colgaba hace unos días en Facebook una iniciativa llevada a cabo en el teatro de la localidad gerundense de Bescanó para burlar (y burlarse) de la subida al 21% del IVA. En lugar de no aplicar la subida al precio de la entrada, lo cual obligaría a la empresa a ponerlo de su bolsillo o a afrontar las consecuencias de no abonarlo, han resuelto lo siguiente: vender zanahorias (gravadas con el 4% de IVA) y regalar la entrada. La zanahoria anticipada cuesta 12 euros y la zanahoria en taquilla 15. Te dan la zanahoria y con ella una entrada a la obra “Suicidas” de la compañía Pocacosa Teatro. De poca cosa nada. Esto es un corte de mangas en toda regla al gobierno, un acto de rebelión ingenioso, amparado por la legalidad (porque ninguna ley prohíbe regalar algo al vender un producto) y por el sentido común, porque bastante jodido está el arte y la difusión de la cultura en este país como para que encima se le ponga una zancadilla como el gravamen de un IVA del 21%. No es de recibo que te cobren los mismos impuestos por comprar una entrada de teatro que por comprarte un coche. La cultura, si bien no gratuita, porque los artistas han de vivir de algo, si debería estar libre de impuestos o al menos sujeta a impuestos reducidos, porque es un producto de primera necesidad, es alimento para el espíritu, cosa que importa poco a los tecnócratas, oligarcas y politicastros varios que rigen los destinos de nuestra podrida economía, cuyos espíritus son tan elevados como los horizontes de una cucaracha.
Hasta los años 90 en este país existía el impuesto de lujo del 33% para esos articulitos que precisamente no están al alcance de todo el mundo. Ese impuesto se modificó, equiparando el tipo impositivo de los artículos de lujo al de otros productos más normalitos, por obra y gracia de la Unión Europea. Hoy existen movimientos populares para reimplantar esos impuestos de lujo, pero Europa no lo permitirá, ya que a grandes empresas como Mercedes-Benz, el grupo Audi-Volkswagen y otros emporios económicos de mucho peso no les interesa que sus productos se encarezcan. Eso sí, los productos que nos alegran a la vida a los pobres mortales de a pie sí se pueden encarecer todo lo que sea preciso para que los miserables políticos tengan pasta para tapar todos los agujeros que las ruinosa gestión de los últimos años, permitida y alentada por ellos, ha generado.
Al pobre ciudadano no le queda sino defenderse de la mejor manera posible, con creatividad y un punto de mala leche. La jugada de las zanahorias tiene su coña y es para aplaudirla e imitarla a lo largo y ancho de toda la geografía española, porque la clase política está dispuesta a asfixiarnos. Tenemos derecho a defendernos.
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