lunes, 24 de septiembre de 2012

UN PASEO POR MARINALEDA (y II)

 No sólo lo digo yo, lo dice la historia ya que, pese a la existencia de asentamientos humanos en estas tierras desde el neolítico, del núcleo de población llegado hasta nuestros días sólo se tiene noticia a partir del siglo XVIII, como asentamiento para los jornaleros de los grandes latifundios de la zona, propiedad de rancias familias aristocráticas. Durante el XIX la miseria llevó a vecinos del pueblo a unirse a partidas de bandoleros. Ya en el XX, durante la IIª República, ya se decantó Marinaleda por las ideologías de izquierdas. La Guerra Civil la sorprendió con un ayuntamiento gobernado por el Frente Popular y ello le acarreó en ensañamiento de las tropas sublevadas, con los consabidos fusilamientos sumarios. La posguerra fue atroz para esta localidad, marcada por el estigma de ser “un pueblo de rojos”. Hambre, represión… la inevitable emigración ante la falta de perspectivas. El Colectivo de Unidad de los Trabajadores, partido marxista hoy incluido en Izquierda Unida, ganó 9 de las 11 concejalías del ayuntamiento en las primeras elecciones municipales de la democracia en 1979, siendo Sánchez Gordillo alcalde desde entonces.  

 A día de hoy el pueblo cuenta con dos industrias principales: una cooperativa olivarera y una planta de envasado de conservas vegetales. Hay equipamientos municipales notables: complejo polideportivo (enorme), casa de la cultura, un gran parque con un auditorio al aire libre… La localidad tiene colegio de infantil y primaria e instituto de secundaria. En cambio el consultorio médico es un cuchitril. Luego están las famosas casas a 14 euros por mes, una de las medidas más criticadas por los detractores de Sánchez Gordillo, alegando que al final las pagamos entre todos los contribuyentes.

 ¿Es entonces Marinaleda la utopía comunista sobre la tierra? Es un pueblo que ha hecho de la reivindicación y la lucha obrera un medio útil para lograr sus objetivos y servir a los ciudadanos. Eso es innegable. Cierto es que gasta mucho más que lo que ingresa (el 85% de su presupuesto procede de la administración autonómica y central) su ayuntamiento prefiere estrujar la teta de la administración antes que freír a sus ciudadanos con tasas hasta por tirarse un pedo (que es lo que vemos en la mayor parte de municipios de este país). ¿Está esto mal? Los últimos datos fijan en Marinaleda 1400 euros largos de renta per cápita. ¿Está esto mal?

 Yo no sé si esto está bien o mal, pero el caso es que no luce.

 El pueblo se me antojó partido en dos mitades claramente diferenciadas: una parte nueva, donde está el ayuntamiento, la casa de la cultura, el colegio, el mega polideportivo y el bonito parque, amén de las coquetonas barriaditas de casas a 14 euros y otra parte vieja, destartalada y con equipamientos urbanos que no se han renovado en años, salpicada por todas partes de casas a medio construir en las que nadie trabaja y de locales cerrados.  Marinaleda no me pareció un paraíso, sino un pueblo condenadamente raro. En la parte vieja además vi una explanada con un escenario y bares con barras a la calle. Un emplazamiento que huele a movida etílica de sábado por la noche. Es como si en torno al ayuntamiento estuviese todo aquello que constituye el “escaparate” del “Gordillo way of life”, más allá de cual se esconde un pueblo absolutamente anodino.

 








El sustancioso presupuesto del ayuntamiento de Marinaleda no se gasta con tino. Primero se ha de sanear concienzudamente toda la estructura urbanística de una población y luego ya podemos permitirnos pensar en grandes obras como polideportivos con tres campos de fútbol y parques enormes.  Paseando por este pueblo se aprecia que aquí se ha apostado más por lo espectacular que por lo razonable. Es un rasgo propio de los totalitarismos. A Gordillo también se le acusa de esto, de dirigir el pueblo con mano de hierro bajo una apariencia de funcionamiento asambleario. Mi primera impresión, no tuve tiempo de más en una mañana, fue de un gran desequilibrio. Si hay fuertes desequilibrios en algo tan básico como el urbanismo, es probable que también los haya en otros ámbitos de la vida ciudadana.
 Los fachas de turno atacan a Marinaleda y a Gordillo con más saña que a los corruptos del PPSOE (pues todos son lo mismo al fin y al cabo, neoliberalistas “consecuentes” los unos e “inconsecuentes” los otros). Ni el pueblo ni su alcalde merecen tales ataques por servirse de los caudales públicos para servir a la gente; pero algo falla de fondo. Supongo que para descubrirlo habría que vivir allí. Yo no estoy por la labor.

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