sábado, 29 de octubre de 2011

MISERIA (I)

 Hace aproximadamente un año viajé a Génova para asistir a un congreso relacionado con mi trabajo. No salgo mucho de mi ciudad (rara vez me he alejado más de doscientos o trescientos kilómetros). Por eso, cuando tengo la ocasión, me dedico a explorar los lugares nuevos que visito movido, además de por una inagotable curiosidad, por mi afición a caminar, única actividad física que hago con gusto en mi convencimiento de que cualquier manifestación deportiva es, a la larga, perjudicial para la salud. Pero no nos desviemos. Como digo, en los ratos libres que me dejaba el congreso, que eran bastantes, me dediqué a caminar por Génova, incluso por los intrincados y sombríos callejones de la ciudad vieja, cercanos al puerto, en los que sin duda corrí el riesgo de ser atracado, violado o sabe Dios qué más. Tuve suerte (o sea que no tuve tropiezos) y pude dedicarme a observar el entorno.

 Génova es una ciudad que podría ser más bonita de lo que es, en conjunto transmite una impresión de decadencia y decrepitud. Tiene una cantidad abrumadora de patrimonio artístico que literalmente se está cayendo a pedazos. La explicación me la daba un compañero del congreso con notable talento para los análisis macroestructurales: no hay presupuesto para mantener debidamente tanto edificio antiguo. De este modo podíamos ver la arcada gótica de los restos de una antigua abadía convertida en cagadero para perros.

 Paseando, paseando, me dí cuenta de que esos callejones de la ciudad vieja eran un hervidero de vida. Gente de toda condición social pululaba por el lugar y el movimiento en restaurantes y cafetines era frenético. Pero olía a decrepitud. ¿Saben cómo huele una casa antigua que se dirige inexorablemente hacia la ruina? Es una mezcla de mugre, humedad y madera podrida. Miraba hacia arriba, hacia las ventanas y en muchas de ellas era reconocible el resplandor sórdido de una habitación iluminada por una sola bombilla, mientras en la fachada de enfrente refulgían las lámparas halógenas. Vendedores ambulantes ofrecían su variopinta mercancía, oscuros individuos de torva mirada deambulaban por las calles y en determinados puntos las prostitutas se ofrecían a los viandantes. Por el mismo lugar, a pocos metros, elegantes señoras caminaban apresuradamente saliendo de boutiques en cuyos escaparates se exponían prendas de precios disparatados. Abundaban las tiendas de antigüedades, con existencias para todos los bolsillos. El contraste era brutal, impactante y abigarrado como un cuadro del Bosco. Resultaba opresivo y claro me embargó la incontenible sensación de que algo marchaba condenadamente mal en aquel sitio.

3 comentarios:

  1. Hola!Javier,Debo reconocer que empece a leer tus articulos por curiosidad y ahora no puedo parar de leerlos,espero que no pares de escribir.Realmente invitan a reflexionar, ojalá que llegue a muchas personas tu mensaje.

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  2. Cada vez lo haces mejor, no dejes de escrbir.Maty

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  3. Aunque no suelo manifestarme en este tipo de medios, ni tampoco prestar especial atención a artículos, vídeos, blogs y demás tonterías que circulan por "la red", he de reconocer que tengo ante mis ojos algo realmente bueno y digno de ser, no sólo leído, sino admirado. Enhorabuena por decidirte a compartir tu gran capacidad de sabiduría e inteligencia unidas en palabras, frases y textos, ya que así no sólo disfrutaremos de ellas quienes compartimos parte de nuestras vidas contigo, y habrá quien a partir de ahora te admire un poco más.
    Gracias por darnos tanto y pedirnos tan poco.
    Alguien que te considera su Maestro.

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