domingo, 23 de octubre de 2011

Religión I

 Mi padre, sin ser un sabio, ha dejado algunas frases impresas en mi memoria que me seguirán hasta la tumba y lo que haya más allá, sea lo que sea. Una de ellas ha sido: “antes de elegir cualquier religión, sé humano” y es que él durante su juventud en el Tánger europeizado de los años cincuenta, estuvo en contacto con musulmanes, judíos, algún cristiano ortodoxo, cristianos católicos y  miembros de diversas iglesias protestantes. El resultado: ninguna confesión logró ganarle para su causa. Eso sí hay que reconocérselo a mi padre: cuando algo no le entra por el ojo del sentido común ni Dios Padre se lo consigue meter. Demasiados ejemplos tuvo de la inhumanidad de sujetos muy devotos en su respectivo culto como para dejarse convencer. Años después, por aquello de la calidad de la enseñanza (cuestión de opiniones) me matriculó en un colegio religioso por el que pasé sin pena ni gloria. Sin embargo reconoceré a los frailes el mérito de  despertarme  el gusanillo de lo espiritual y durante varios años coqueteé con la fe católica hasta que experiencias similares a las que vivió mi padre (hay católicos muy poco humanos) amén de mi rebelión cognitiva ante los rituales y los dogmas me llevaron al distanciamiento. Desde entonces he vivido la mar de tranquilo sin ir a misa los domingos, casado por lo civil, habiendo bautizado a mis hijos y habiéndolos matriculado en un colegio religioso ¿incoherente? Puede ser, pero a mí me vale.

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