domingo, 23 de octubre de 2011

RELIGIÓN (II)

 Tengo muy claro que en esta vida, ante todo, hay que ser cauto y respetuoso y defender posturas extremas lo dificulta. De muestra, un botón.

 Hoy he leído en Internet un artículo que ataca a la figura de la Madre Teresa de Calcuta. ¡Sacrilegio! ¿Cómo mancillar el nombre de una persona que para muchos era ya una santa en vida? Sin embargo el artículo cita una supuesta frase de la famosa monja en la que califica al SIDA como “un justo castigo para una conducta sexual equivocada”,  alude a su visita al famoso dictador haitiano Jean Claude “Papa Doc” Duvallier, y critica su afán por fundar conventos. El artículo además se acompaña de una ilustración más que inspirada en las “Pinturas Negras” de Goya en la que la madre Teresa aparece con una sonrisa torcida y siniestra junto a un sombrío personaje. Dejo la dirección, por cierto http://www.taringa.net/posts/noticias/9243041.R/La-Verdadera-Madre-Teresa-de-Calcuta_Agnes-Gonxha-Bojaxhiu.html. El detalle de la ilustración me ha parecido de mal gusto y el artículo rezuma hostilidad. Parece que al autor le molesta que haya gente (mucha) que venere a esta mujer como una santa. La monja en cuestión nos podrá parecer mejor o peor pero ¿es necesario arremeter así contra un personaje tan querido corriendo el riesgo de ofender la sensibilidad de tantas personas?  

 Yo pienso que no.

 El hecho religioso, el católico que es el que nos coge más cerca, produce tres posibles reacciones: fervor, rechazo o indiferencia. Una actitud de abierto respeto, aunque no se comparta el credo, resulta difícil de encontrar y es justamente la opción que yo elijo. A la Iglesia Católica se la critica de amanera abierta, cruel y gratuíta. Los curas pederastas, el oro de los ornamentos, el celibato, la reaccionaria curia vaticana… son aspectos a los que sacar punta a menudo por parte de gente cuya principal falta consiste en no tener ni la menor idea del tema del que están hablando; porque si has de criticar a una iglesia (la que sea) antes has de tomarte la molestia de comprenderla, al menos un poco.  Cualquier confesión religiosa por el simple hecho de aglutinar y dar consuelo y esperanza a un amplio número de personas ya merece un respeto. ¡Cuidémonos de los que hacen críticas facilonas basadas en tópicos o que intentan culpar a toda una institución de los pecados de algunos de sus miembros!  Por otro lado, evitemos hacerlas.

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