martes, 28 de febrero de 2012

La fidelidad del ABC

 Contradiciendo lo que apunté en la anterior entrada, las encuestas citadas por el diario ABC sobre la intención de voto en las elecciones andaluzas siguen dando una "holgada mayoría absoluta" al Partido Popular. ¿Información o desinformación? ¿A quién creemos? ¿A los medios progres o a los conservadores? Y luego se quejan de que en España leemos pocos periódicos... para leer noticias tendenciosas e interesadas, mejor miro las ediciones digitales y me guardo el euro y pico para el café. Que no están las cosas para ir tirando el dinero.

LA BATALLA POR ANDALUCÍA

 Con un sentido de la oportunidad que no alcanzo a comprender demasiado bien (será por mi propia torpeza y cortas entendederas) hoy 28 de febrero, día de Andalucía, se presentan una serie de sondeos pre-electorales en los que se arroja una fuerte caída en la intención de voto para el Partido Popular. Javier Arenas aún gana en las encuestas, pero al parecer su obtención de una mayoría absoluta ya no está clara. A mi modo de ver era de esperar. Nuestro flamante nuevo Presidente del Gobierno de España, don Mariano Rajoy, ha entrado al frente de su gabinete como una brigada de caballería a galope tendido dando sablazos a diestro y siniestro: subidas de impuestos, abaratamiento del despido, recortes presupuestarios… Evidentemente nos hemos acojonado… al menos yo lo he hecho y yo SI tengo derecho a quejarme, porque no lo he votado. ¡A ver! Me dirijo a los votantes que han decidido arrojar al país en brazos del  conservadurismo neoliberal más rancio. ¿Qué esperaban? ¿Rapartos gratuitos como en el Imperio Romano? Eso ya lo hizo el sr. Rodríguez Zapatero vaciando las arcas y disparando el déficit público, dando excusa a los otros para aplicar medidas draconianas.

 Yo estoy tan cansado como el que más del enquistamiento  del Partido Socialista en el Gobierno Andaluz, pero no creo que una mayoría absoluta de la derecha sea solución de nada, sólo inicio de otro paquete de medidas salvajes que vamos a pagar los de siempre, los de a pie. Insisto en la completa insensatez del concepto de voto útil, acuñado por los partidos mayoritarios para manipular a las masas y ganar mayorías absolutas, que no son sino dictaduras encubiertas sustentadas en un pueblo demasiado asustado o indolente para pensar por sí mismo. ¡Votemos en conciencia! Y que los políticos se batan el cobre en las cámaras de representantes. Demasiado poder en un gobernante nunca fue bueno para el pueblo y lo estamos viendo. No quiero una Andalucía gobernada por un partido en mayoría absoluta, sea el que sea. Que los partidos luchen por un escaño, no se lo pongamos fácil. Lo único que espero es que en esta guerra no haya más daños colaterales.

lunes, 27 de febrero de 2012

EL CIRCO DE LOS HORRORES

 No, no se confundan. No se trata de una metáfora sobre la actual situación política, social y económica de este país (aunque bien podría serlo, ¿no les parece?). Voy a hablarles del auténtico Circo de los Horrores, un delicioso espectáculo al que tuve la ocasión de asistir hace unos días.

 Nunca me gustó el circo. Siempre me ha parecido un espectáculo sórdido y decrépito, con animales maltratados y sufrimientos sin nombre ocultos tras lentejuelas, mallas y maquillajes chillones. En especial siempre me han dado mucha grima los payasos, que se me han antojado siniestros mientras pretenden ser tiernos y graciosos. Algo así como los políticos, que intentan parecer lo que no son. Este circo, en cambio me ha encantado por varios motivos: primero, no tiene animales, lo cual es un alivio; segundo, no hay en él ni una sola lentejuela; tercero, sólo tiene un payaso, que no se molesta en parecer tierno, sino que es guarro, soez y un punto sádico. O sea, perfecto.

 Otro punto positivo del circo es que su estética típica del terror gótico (vampiros, cementerios decimonónicos, imágenes de la muerte, aparecidos y toda esa parafernalia, que me encanta, siempre que hablemos de ficción, ya saben), por no hablar de la calidad de sus números, tanto los de acrobacias y equilibrismo, como los de humor, sencillamente magistrales.

 El personaje central es, por supuesto, un vampiro, caracterizado a  semejanza del Conde Orlok de la célebre película muda de F. W. Murnau Nosferatu, un plagio descarado del Drácula de Bram Stocker, lo cual acarreó a Murnau un pleito con la viuda del novelista. Pleito que, por supuesto, perdió. La caracterización  del circo  es buena, no me gustaría encontrarme en un callejón oscuro con ese tipo y todo su maquillaje. Por otra parte la base del espectáculo es el humor, un humor ocurrente, desvergonzado y mordaz que te arranca la carcajada desde el primer momento. En los tiempos que corren viene bien poder reírse a placer, incluso de uno mismo, mientras se afronta la realidad armados con la honestidad en la diestra y un poco de mala leche en la siniestra. Lo que es yo no me había reído tanto en años ni me había alegrado tanto de gastarme el dinero, poco, por cierto. La entrada es barata para lo bueno que es el espectáculo. Incluso para mí, padre de familia milypicoeurista tendente a la queja y a la tacañería, hacer este pequeño dispendio ha estado justificado.

 Recomiendo una visita al Circo de los Horrores, solo contraindicado para casos de mojigatería extrema, eso sí: eviten sentarse a pie de pista si tienen un sentido del ridículo o del pudor muy acusados. Podrían llevarse una sorpresa.

 Muy bueno el  guiño ingenioso del vampiro al recomendar al público que visite el bar durante descanso de la función y hagan un buen desembolso, pese a la crisis: “después de todo” afirma “somos vampiros y hemos venido a chuparles la sangre”.

 Estos, al menos, lo admiten abiertamente.

sábado, 25 de febrero de 2012

¡LO HAN ABSUELTO!

 Han absuelto al indeseable que ha jodido la mente de mi amiga durante treinta años. Absuelto por falta de pruebas, bien es cierto, pero absuelto al fin y al cabo. La fiscalía pedía cuatro años de prisión (no dos, como dije cuando escribí sobre el juicio). Supongo que debí prever que era esto lo que iba a pasar. La juez (pues era una mujer) probablemente no iba a mojarse entre los testimonios encontrados de los patéticos testigos de la defensa (el jardinero que nunca entraba en la casa, un compañero del curro… en fin) y los testigos de la acusación, muy vinculados emocionalmente a la victima, como yo mismo. En este espinoso fregado opta por una decisión salomónica. Ni quito ni pongo rey. No nos decantamos por nadie, pero prima la presunción de inocencia, así que sales absuelto por falta de pruebas. Asunto concluido. ¿Concluido? No. Las cosas no son tan sencillas y menos con un sujeto de estas características.

 Hemos sabido que el susodicho ha confesado a su hija que no está satisfecho con el resultado, que él no ha ganado ¡y así es! Él pretendía quedar públicamente exonerado de toda culpa, que su prestigio social quedase intacto y que mi amiga quedase como una harpía sin escrúpulos que sólo pretendía empañar su sacrosanta imagen, pero ésta ha quedado definitivamente resquebrajada, ya que a lo tibio de la sentencia hay que añadir que la fiscalía no retira la acusación de malos tratos psicológicos. ¡Por eso el muy bastardo no está contento!  Tranquilo muchacho. Una vez, hace muchos años, te oí decir que la vida se rige por una ley de equilibrio. Lo que haces por un lado te es devuelto por otro, sea lo que sea. No sabes la razón que tienes. A todo cerdo le llega su San Martín. Tu castigo te llegará, sabe Dios bajo qué forma, pero te llegará.

jueves, 23 de febrero de 2012

LA HERMANDAD DEL PASEO MARÍTIMO

Caminar es el único ejercicio físico que tolero sin sentirme absolutamente ridículo, así que procuro hacerlo casi todos los días. He trazado distintas rutas a lo largo y ancho de mi ciudad que elijo según el tiempo y las ganas de que disponga. Una de ellas discurre por el Paseo Marítimo Antonio Machado y el Paseo Marítimo Antonio Banderas (¡qué dos Antonios tan dispares!) hasta la Torre Mónica y vuelta a casa. Unos cuatro kilómetros en total, poca cosa, así que esta suelo hacerla con los perros, que mi buen Shubby ya está bastante baqueteado y no puedo darle mucha caña. Este “deporte” mío suelo hacerlo por la noche y cuando hago esta ruta suelo encontrarme, siempre en el mismo lugar a un grupo de hombres  que conversan al abrigo de un kiosko situado en el mismo paseo, mientras se fuman unos porros como panes y comparten litros de cerveza. La mole del kiosko les protege apenas del viento, que a menudo combate con fuerza allí, pero han hecho del lugar su punto de reunión y allí han improvisado un lugar de encuentro para almas sin rumbo.  Conozco a dos de ellos. Uno es vecino mío desde que tengo uso de razón. Su padre era alcohólico y fumaba como un carretero. Lo oía toser por las mañanas a través del ojo patio como si los bronquios se le fueran a salir por la boca. No estoy seguro si lo mató la cirrosis o el cáncer de pulmón. Quizá un poco de ambas cosas. El hijo creció bandido en la calle. No estudió y se metió a trabajar en la obra en la época en que un peón albañil ganaba una pasta. Ahora está en paro, evidentemente. El otro ha sido usuario de la Comunidad Terapéutica en dos ocasiones y cuando me ve me desvía la mirada, evidentemente. Si estos dos son una muestra representativa de la totalidad, el grupo está bastante hecho polvo.

 Este grupito tiene algo de tribal, reunido a la intemperie junto a la playa, con el rumor de las olas de fondo. Tienen la mirada torva y sombría y lo único que les falta es una hoguera alrededor de la cual calentarse. Algo muy poderoso debe atraerles para que acudan al lugar hasta en las frías noches de perros que han hecho las últimas semanas. Arrebujados en sus abrigos, con los cuellos levantados y pasándose el porro y el litro con oscura camaradería.  Siniestros hermanos en la autodestrucción, han elegido crear su reino privado allí donde no pasa nadie más que tipos raros como yo. Han aceptado su exclusión. Se han rendido.

lunes, 20 de febrero de 2012

WHITNEY Y LA HIPOCRESÍA

   Resulta curiosa la manera en que las personas encumbran a otras para convertirlas en iconos a los que venerar como si fueran dioses. Una gran cantante. Eso nadie lo discute, con un rango de voz equivalente al de una soprano. Una artista premiada hasta la saciedad y que ha ganado dinero a espuertas, pero con una vida personal hecha trizas y adicta hasta el final. Una muñeca rota, una niña asustada que tras haber encandilado al mundo entero era devorada por la ansiedad al subir a un escenario.  Una pobre mujer.

 Inevitable funeral en el que todo son alabanzas. Seguimiento masivo del mismo a través de la red. Millones de fans desconsolados. Hace poco tuvimos la ocasión de ver algo parecido cuando murió Amy Winehouse, otra gran voz silenciada por una conducta autodestructiva. Los medios hacen públicas igualmente las imágenes de las divas demacradas y drogadas hasta las pestañas y las muestras de los fans que gustan de poner velitas, ositos de peluche, cartelitos emotivos y otras zarandajas ñoñas en las puertas de las residencias de la difunta en cuestión, improvisando un santuario.

 Me pregunto si a ese rosario de fans desquiciados les gustaría compartir mesa y mantel con una adicta en pleno apogeo, no diré ya colgada del crack, como estuvo la Houston durante una buena temporada, sino simplemente bien embotada por el alcohol y las benzodiacepinas, como ha estado la Houston hasta el día de su muerte. ¿Por qué lo que te causa rechazo en una pobre alma anónima es sencillamente ignorado cuando la que está enganchada hasta los ojos es una multimillonaria estrella de la canción? ¿Por qué la adoras aunque esté hecha añicos? Porque no adoras a una persona. Adoras una imagen, un espejismo, adoras la sensación que te produce oírla cantar, adoras la fascinación de la sonrisa de unas fotos de estudio cuidadosamente retocadas. La persona real pide una hamburguesa, unas patatas fritas y un sándwich de pavo que se quedan sobre la mesa de la habitación mientras se ahoga en el baño, sola,  con la peluquera y los dos guardaespaldas esperando fuera preguntándose por qué tarda tanto. La persona sólo es un monigote de alambre sobre el que construimos el mito, un producto de consumo. La persona ha muerto, pero hay grabado material para publicar discos recopilatorios en las navidades de los próximos veinte años. Menuda mierda.

viernes, 17 de febrero de 2012

SILICONA

 Hay armado mucho revuelo con esto de las prótesis mamarias PIP, que resulta que están rellenas de la silicona que se usa para lubricar e impermeabilizar maquinarias industriales. Es alucinante. Unas prótesis que en el año 2000 fueron retiradas de la circulación en Estados Unidos por su baja calidad se siguieron usando en España hasta 2010. Ahora cunde el pánico porque según parece la membrana exterior de este tipo de prótesis se rompe con sólo mirarla, dejando que la porquería de la que están rellenas entre en contacto con los tejidos, con repugnantes y dolorosos resultados.

 ¿Qué lleva a una mujer a pasar por un quirófano para aumentar el tamaño de su pecho?   Yo me he visto sobre la mesa de operaciones en dos ocasiones: una con cuatro años para quitarme las vegetaciones y otra a los treinta y cinco para hacerme la vasectomía. Ambas cosillas de poca importancia. La próxima vez que me vea indefenso ante un cirujano que sea para operarme a corazón abierto por lo menos. ¿Hacerlo para quitarme arrugas, subirme el culo o succionarme la grasa abdominal? ¡Ni borracho! Es una cuestión de proporcionalidad. Meterse en un quirófano entraña un indudable riesgo. Hay por lo menos un centenar de cosas que pueden salir mal y mandarte al otro barrio y tengo a mi pellejo (por muy arrugado que pueda llegar a estar) en mucha estima.

 Voy a distinguir deliberadamente  una operación de aumento de pecho de otras intervenciones de cirugía plástica (las de cambio de sexo merecen capítulo aparte y no tienen nada que ver con lo que estamos tratando, pienso). La diferenciación es arbitraria y no espero que estén de acuerdo conmigo. Está la típica señora (o caballero) que se opera para hacerse “unos arreglitos”: las bolsas de los ojos por aquí, unas arruguitas por allá, unos chuponcitos a los michelines por acullá… allá cada cual,  pero eso del aumento de pecho es una brutalidad. Sajar una mama como si fuera un bubón o un absceso y meterle a empellones por el agujero cuarto y mitad de silicona. Además es machismo puro y duro. Modelar a la mujer para gustar al macho apelando a los impulsos más primarios que ya inspiraron las diosas de la fertilidad de la prehistoria, con atributos sexuales hipertrofiados

 Ahora miles de mujeres tienen el problema de que se gastaron un pastizal para inflarse el escote y resulta que ni siquiera les metieron material de calidad, sino pura mierda, y todo cristo se lava las manos: los cirujanos, las clínicas y la administración que dio el visto bueno a los implantes de garrafón. ¿Otro pastizal para quitarse la silicona mala y ponerse otra? Las que puedan gastarlo, porque no pocas se entramparon y están aún pagando los créditos. ¿Han de ser objeto de nuestra  solidaridad?  Lo dejo al arbitrio del lector. Una mujer muy próxima a mí se ha puesto implantes y lo está lamentando amargamente. Ha sufrido todo tipo de molestias y dolores en un postoperatorio de puñetera pena. ¿Para qué? La cirugía es un recurso extremo para salvar una vida o la salud cuando se ve seriamente comprometida. ¿La cirugía estética es un camino hacia la belleza? La belleza es otra cosa.

jueves, 16 de febrero de 2012

FRANCO EN UNA NEVERA

 Llevo varios días dando vueltas al portátil sin decidirme a escribir sobre la leche esta del juicio a Baltasar Garzón y los ríos de tinta que están corriendo sobre la campaña de acoso y derribo a que lo han sometido y siguen sometiendo algunos de los sectores sociales más reaccionarios de este país por haberse declarado competente para investigar los crímenes del franquismo. Aún no lo he hecho porque si bien el tema me genera una importante carga emocional (lo cual me pasa casi siempre que me siento para aburrirles en este blog) también me genera un hastío considerable. Sin duda al final lo haré, pero hoy me tienta una noticia que acabo de ver en televisión, también relacionada con el franquismo, o al menos con Franco. En la feria de arte contemporáneo ARCO hay una obra que no sé muy bien como definir, se trata de una figura a tamaño realizada en poliéster y resina de poliuretano, con pelo natural y ojos de cristal que recrea al dictador en sus últimos años de vida con un realismo que da grima. La figura está vestida con una reproducción impecable del uniforme de gala con el que solía presidir los desfiles y otros actos castrenses y porta las características gafas de sol. Lo más chocante es que la figura está metida… ¡en una nevera de refrescos!

 El autor de esta lindeza, titulada “Always Franco”es el artista Eugenio Merino, que aparte de un auténtico virtuoso en lo que hace, es un provocador. Hace dos años en la misma feria vendió por 45.000 eurazos otra escultura  que bajo el título de “Stairway to Heaven” representaba a un rabino subido sobre los hombros de un sacerdote católico arrodillado sobre las espaldas de un musulmán postrado en su alfombra de oración, ambos rezando devotamente. Aquello ya levantó ampollas, pero es que ahora se ha presentado en ARCO el vicepresidente de la Fundación Francisco Franco, acompañado de un notario, para fotografiar la escultura  como documentación para  una posible denuncia contra el artista por la supuesta ofensa infligida al anterior Jefe del Estado. Por su parte, el autor explica su obra como una alegoría de la vigencia que aún a día de hoy tiene la figura de Francisco Franco.

 Desde mi punto de vista la obra es tan falta de gusto como perfecta en su ejecución. El detalle de la nevera la da un aspecto morboso y macabro que el autor se podría haber ahorrado, pero claro, sin la nevera el impacto visual sería menor y sin duda habría dado mucho menos que hablar, justificándose menos los 35.000 machacantes que cuesta el engendro. Por otra parte, da la impresión de que en este país Franco es intocable y esto me empieza a jorobar.

 Vamos a ver. Si ante la ya mencionada “Starway to Heaven” la embajada de Israel se limitó a publicar una airada nota de protesta por una escultura que a todas luces ridiculiza algo tan vinculado a las emociones de las personas como es la religión, ¿a cuento de qué viene que se acuda a los tribunales por ridiculizar a un señor que ya está muerto y no puede sentirse ofendido? Si hubiera sido algún familiar del dictador quien estudiase poner la demanda lo podría entender. Entendería que la Fundación Francisco Franco emitiese todos los comunicados de crítica y condena que le diese la gana, pues la expresión es libre… ¿pero acudir a los tribunales? Es una manera de querer recordarnos a los españoles que Franco es sagrado y que su sombra planea permanentemente sobre nosotros. No nos permite mirar hacia delante y mantiene vivos fantasmas que deberíamos enterrar.
Para más INRI, dice el vicepresidente de la fundación de marras que se plantearían denunciar lo mismo si el representado dentro de la nevera fuese un dirigente socialista o comunista. Por supuesto.

domingo, 12 de febrero de 2012

LA MÁS SABIA DEL LUGAR

 Cuentan que había una niña que tuvo la mala suerte de  nacer en el seno de una familia en la que aparte de su madre y de ella misma, todos los demás miembros eran varones. El padre era un borracho impenitente y sus vástagos fueron imitándole uno detrás de otro. Sin embargo a los hijos no les bastó el alcohol y se echaron a la heroína. Como fuese que la única hija estaba creciendo y los otros se dieron cuenta de que, aparte de para chacha, también servía para sacarles las castañas del fuego, para ella empezó una larga época (toda su adolescencia y su juventud) en la que tuvo que dar la cara por ellos tanto ante jueces como ante camellos, aparte de limpiarles los vómitos, sacarles la chuta del brazo en alguna que otra vez al encontrarlos traspuestos en el sofá y pasar no pocas noches en blanco en sórdidas salas de espera de hospital.

 Uno a uno, sus hermanos fueron entrando en la cárcel. Un robo con fuerza por aquí… un delito contra la salud pública por allá… La última esperanza de la muchacha, ya casada y con un hijo pequeño, era su hermano pequeño, al que incluso acogió en su casa para sacarlo de la demencial casa de su padre, pero en cuanto el benjamín de la familia hubo cumplido los dieciocho años, harto ya de las normas que le imponía su hermana para vivir en su casa, decidió “irse a vivir su vida porque ya era un hombre”. Con el corazón roto, la muchacha lo dejó ir, sabedora de que a su hermano no le esperaba otra cosa que droga, miseria y muerte.

 Pasaros los años. Algunos de los hermanos de la muchacha corrigieron el rumbo de sus vidas. Otros no. Ella no aspiraba a otra cosa que cuidar de su casa y de los que en ella vivían. El dolor por sus hermanos malogrados era una triste carga que llevaba en silencio. Entonces ocurrió que un día, en el colegio,  uno de los profesores de su hijo le explicó que lo habían sorprendido fumando hachís.

 Imaginen la escena: despacho del director, éste sentado a tras su mesa, el profesor de pie a su lado frente a nuestra protagonista  y su hijo, sentados ambos en sendas sillas. Imaginen ahora lo que estalló en ese preciso instante en el interior de aquella mujer que había cuidado y soportado la indiferencia y aún el desprecio de cuatro hermanos heroinómanos, cuando visualizó al hijo de sus entrañas fumando droga. Chillando como una endemoniada se abalanzó sobre él y mal lo habría pasado el chiquillo si los dos hombres presentes no llegan a sujetar a su madre, viéndoselas y deseándoselas para poder dominarla, pese a ser ellos dos y fornidos y ella una sola y más bien menuda.

 Una vez pasado el arranque de mala leche, la resolución de la mujer fue clara. Autonomía cero para su hijo. Lo que fuese que quisiera se lo iba a tener que ganar. El chiquillo aceptó, no de buen grado, aceptó porque no le quedaba otra, porque si no aceptaba, su madre le echaba los dientes abajo de una hostia y si la denunciaban por ello… pues bien, pues que la denunciaran, el niño se saldría con la suya pero por lo menos tendrían que hacerle una cara nueva. Así que chaval… tú mismo.

 Algún educadorcillo mojigato, bienintencionado y sin puta idea donde está de pie, de esos que hoy día están tan en boga, seguramente opinaría que el estilo pedagógico de esta buena señora es muy censurable. Por lo que ella respecta todos los educadorcillos de esta catadura pueden irse al carajo… y por lo que a mi respecta  también.

martes, 7 de febrero de 2012

SALUD

Como una gracieta se suele decir que el día del sorteo de la Lotería de Navidad es el Día de la Salud. “Al menos tenemos salud” se dice mientras se tiran a la basura los décimos inútiles, viendo por televisión como los agraciados descorchan botellas de cava y lían el cirio en la calle, dando mucha vergüenza ajena. Magro consuelo ese de la salud para aquel que ansiaba sacarse unos eurillos, al menos la pedrea. Magro consuelo… quizá debería perderla, la salud digo, para saber apreciarla.

 Hoy he visitado en su casa a una compañera enferma. Espero tenerla pronto restablecida y de vuelta a la trinchera, pues siempre ha sido una buena compañera de fatigas y sabe Dios que no abundan. Además es buena persona. Todo esto no la convierte en imprescindible, nadie lo es, pero digamos que hay personas menos prescindibles que otras. Quizá esta apreciación no sea de buena persona, pero es lo que hay.

 Saliendo de su casa reflexioné sobre la importancia de la salud. Soy cada vez más consciente de ella. Me contengo con la comida, hago algo de ejercicio, procuro no abusar del tabaco y el alcohol lo tomo con extrema moderación. Noto que ya empiezo a correr una carrera contra el tiempo, que las energías ya no son tan infinitas como antes… a ver, no es que esté ya hecho un carcamal, pero noto los avisos: mi estómago se resiente con el exceso de grasa, la cabeza me duele al salir del trabajo el doble de fuerte que hace diez años… Son las advertencias del organismo, que grita ¡cuídate! En la primera mitad de mi tercera década acumulé demasiado sobrepeso. Ahora no es que esté hecho una sílfide (no lo estaré ya a no ser que pase por el quirófano o me quede a vivir en el gimnasio, cosas que no haría aunque pudiera permitírmelas), pero luzco algo mejor y me siento más ligero, que es lo que realmente importa.

 En una de las novelas históricas a las que soy tan aficionado, un curtido guerrero celta dice: “No temo a la muerte, no dura más que joder o tirarse un pedo. Temo  quedar tullido o que enfermedad me debilite”. Yo temo exactamente lo mismo. Soy consciente de mi salud por lo mucho que la necesito para estar al pie del cañón y cuidar de los míos. Mucha sabiduría y serenidad de espíritu me haría falta para encarar con entereza un estado de debilidad física. Antes o después llegará, pero espero que para entonces ya no haya nadie que dependa de mí y pueda rendirme a la decadencia física con el ánimo tranquilo. Hasta entonces me cuidaré, porque tengo la necesidad de durar en razonables condiciones muchos años. No puedo prever los imponderables como una dolencia grave, de esas contra las que no hay nada o casi nada que hacer, pero ya he decidido no arruinar mi cuerpo  antes de tiempo dándole caña a diferencia de otros que actúan como si fueran indestructibles o como si les fuese a crecer un hígado o un páncreas nuevo, cual cola de salamandra que se regenera tras ser cortada. Quizá esos gilipollas se rían de mí diciendo que seré el más sano del geriátrico, pero todo se andará. Arrieros somos y en el camino nos encontraremos.

domingo, 5 de febrero de 2012

ACOMPAÑAR A UN HIJO

 Esto de tener hijos es complejo. La idea no es una novedad para nadie. Dicen que los hijos, ya que no vienen con un pan debajo del brazo, al menos deberían venir con un manual de instrucciones. Decir esto es poco. Nunca sabes si lo estás haciendo bien, aunque sí cuando lo estás haciendo mal, que son las más veces.

 En mi caso empezaba a estar acomplejado porque entre mi hijo mayor y yo parecía mediar un abismo. Es tan distinto a mí como un huevo a una castaña, prácticamente en todo. No pude enseñarle a montar en bici porque yo mismo no sé, nunca le enseñé a jugar al fútbol porque yo mismo no sé. He intentado inculcarle mi amor por la lectura y he fracasado. ¿Recuerdan el eslogan televisivo “si tú lees, ellos leen”? ¡Pues es mentira! Sólo compartimos el gusto por los videojuegos de la serie “Need for Speed”  e incluso he desarrollado el gusto por algunos temas de hip hop y de rap para tener algo que compartir con él.

 Pero hoy ha pasado algo maravilloso. He ido con él a elegir un regalo para la novieta que se ha echado, porque el pobre se mueve en terreno nuevo (salir con una chica normalita, no un pendón desorejado) y se halla perdido. Por fin se ha dejado guiar por mí en algo de buen grado. Por fin reconoce algo de mi experiencia como útil para él. No es más que un pequeño detalle, pero es un comienzo.

sábado, 4 de febrero de 2012

¡CULPABLE! (y II)

 El viernes llegué a casa derrengado después de una guardia. Los párpados me pesaban como plomo y no tenía ánimo para ponerme a escribir. Lo cierto es que acumulo cansancio porque toda la semana he dormido poco y mal, lo que en mí resulta extraño. Pocas cosas me quitan el sueño. Esto del juicio lo ha conseguido.

 Nos vimos en la cafetería de los juzgados; mi amiga, su abogado, los otros testigos y yo. Al rato llegó él  y se encogió a nuestro paso, dándonos la espalda  como si quisiera desaparecer. Luego empezó la exasperante espera. Dejaron nuestro juicio para el final. Pasamos toda la mañana sentados en el pasillo, nosotros a una veintena de metros de ellos. Ellos eran el puñetero acusado, su abogado (un petimetre atildado con traje de alpaca y un mohín en la cara como si estuviese permanentemente oliendo mierda) y la colección de testigos más variopinta que se haya visto: un compañero de trabajo, una prima, el jardinero y un psiquiatra que emitió un disparatado informe sobre mi amiga. Un sujeto que, en opinión de algunas personas que le conocían, habría podido firmar que un paciente está psicótico perdido cuando realmente está depresivo, siempre que se le pague lo suficiente, claro.

 Los pasillos se iban vaciando y al final sólo quedamos nosotros, en una atmósfera tensa y silenciosa que daba grima. Apareció sin venir a cuento la abogada que le había representado a él en el pleito del divorcio, estirada y repelente como la señorita Rottermayer, pero rubia y con botas de tacón alto.

 Hagamos un breve inciso sobre abogados. Los hay que van al juzgado en un Volvo último modelo y otros que van en scooter. Los hay que llevan para delante el ciento y la madre de casos y otros que cogen cinco o seis al año cobrando minutas de treinta mil euros. Mi amiga bromeaba con que el despacho de su abogado se acumulan los expedientes hasta en el servicio, de tal manera que para echar una meada hay que hacerlo con efecto.  Hay abogados que van al grano y otros que se comportan como los gilipollas que son, yéndose por las ramas y preguntando memeces. El de mi amiga, por suerte, pertenece a la primera clase.

 Cuando entré a declarar me encontré con una jovencísima jueza que con gesto lánguido y expresión de infinito aburrimiento parecía rogar porque todo aquello pasara pronto. Recriminó al abogado defensor por hacer preguntas reiterativas que llevaban a datos que ya habían quedado de sobra aclarados. En un juicio hay que ir al asunto y no irse por las ramas. Un abogado que defiende lo indefendible no tiene otra opción que marear la perdiz para confundir y desconcertar. Sembrar la duda es su única posibilidad. Sembrar la duda es lo único que han podido hacer, con testigos de pena y profesionales a todas luces comprados. El asunto apesta a distancia, pero por otra parte la fiscalía ha mantenido hasta el último momento la calificación de malos tratos y pide dos años de prisión. Mi amiga no quiere tanto, se conformaría con una simple pena de trabajos para la comunidad, pero que conste una sentencia de culpabilidad. Culpable de machacar moralmente a una persona, culpable de no tener ni puta idea de cómo se ama, culpable de ser un condenado hipócrita que vive de un prestigio falso cara a la galería, culpable de ser un cabrón. Culpable y punto.

jueves, 2 de febrero de 2012

¡CULPABLE! (I)

 Hoy he testificado en un juicio. No en un juicio cualquiera, sino en un juicio por malos tratos. El que no se juzgara allí por moratones, ojos hinchados o dientes partidos no cambia nada. Las heridas del alma tardan más en curar. Un juicio por malos tratos psicológicos es terreno resbaladizo, sobre todo cuando el acusado es un espécimen tan listo como el que hoy se sentaba en el banquillo, capaz de subyugar a una esposa durante treinta años sin dar un solo bofetón, pero usando profusamente la humillación, la manipulación, la descalificación y el menosprecio, tratando de moldearla a su gusto, castrando sus aspiraciones…  Hasta que ella empezó a rebelarse y eso fue el principio del fin. ¡Demonios, ella quería trabajar! Lo hizo y eso la abrió al mundo de un modo en que hasta ese momento no había conocido y el mundo la fue convenciendo de hay demasiada gente en él como para quemar el resto de su vida al lado de un miserable… Porque así empezó a verle, como un miserable, cada día un poquito más. Detalles que antes solía pasar por alto la iban enfureciendo cada vez más, dolían cada vez más. El dolor, que antes había sido sordo e insidioso, como el mal cuerpo de una gripe, se tornaba agudo y lacerante… Insoportable. Él no quería una esposa, quería una mujer a la que exhibir y que le sirviera de relaciones públicas para compensar su severa falta de habilidades sociales. Toda persona razonable que entraba en contacto con él lo encontraba molesto, chocante… Un borde integral que miraba por encima del hombro a cuantos considerara inferiores a él. Éstos eran la mayoría

 El respeto y la estima de este sujeto quedaron claramente plasmadas en una frase escupida en un momento de insólita y malsana franqueza: “Si ella se divorcia de mí, la dejo con una mano delante y otra detrás”.

 (Continuará)

HITLER, EL INCOMPETENTE