Llevo varios días dando vueltas al portátil sin decidirme a escribir sobre la leche esta del juicio a Baltasar Garzón y los ríos de tinta que están corriendo sobre la campaña de acoso y derribo a que lo han sometido y siguen sometiendo algunos de los sectores sociales más reaccionarios de este país por haberse declarado competente para investigar los crímenes del franquismo. Aún no lo he hecho porque si bien el tema me genera una importante carga emocional (lo cual me pasa casi siempre que me siento para aburrirles en este blog) también me genera un hastío considerable. Sin duda al final lo haré, pero hoy me tienta una noticia que acabo de ver en televisión, también relacionada con el franquismo, o al menos con Franco. En la feria de arte contemporáneo ARCO hay una obra que no sé muy bien como definir, se trata de una figura a tamaño realizada en poliéster y resina de poliuretano, con pelo natural y ojos de cristal que recrea al dictador en sus últimos años de vida con un realismo que da grima. La figura está vestida con una reproducción impecable del uniforme de gala con el que solía presidir los desfiles y otros actos castrenses y porta las características gafas de sol. Lo más chocante es que la figura está metida… ¡en una nevera de refrescos!
El autor de esta lindeza, titulada “Always Franco”es el artista Eugenio Merino, que aparte de un auténtico virtuoso en lo que hace, es un provocador. Hace dos años en la misma feria vendió por 45.000 eurazos otra escultura que bajo el título de “Stairway to Heaven” representaba a un rabino subido sobre los hombros de un sacerdote católico arrodillado sobre las espaldas de un musulmán postrado en su alfombra de oración, ambos rezando devotamente. Aquello ya levantó ampollas, pero es que ahora se ha presentado en ARCO el vicepresidente de la Fundación Francisco Franco, acompañado de un notario, para fotografiar la escultura como documentación para una posible denuncia contra el artista por la supuesta ofensa infligida al anterior Jefe del Estado. Por su parte, el autor explica su obra como una alegoría de la vigencia que aún a día de hoy tiene la figura de Francisco Franco.
Desde mi punto de vista la obra es tan falta de gusto como perfecta en su ejecución. El detalle de la nevera la da un aspecto morboso y macabro que el autor se podría haber ahorrado, pero claro, sin la nevera el impacto visual sería menor y sin duda habría dado mucho menos que hablar, justificándose menos los 35.000 machacantes que cuesta el engendro. Por otra parte, da la impresión de que en este país Franco es intocable y esto me empieza a jorobar.
Vamos a ver. Si ante la ya mencionada “Starway to Heaven” la embajada de Israel se limitó a publicar una airada nota de protesta por una escultura que a todas luces ridiculiza algo tan vinculado a las emociones de las personas como es la religión, ¿a cuento de qué viene que se acuda a los tribunales por ridiculizar a un señor que ya está muerto y no puede sentirse ofendido? Si hubiera sido algún familiar del dictador quien estudiase poner la demanda lo podría entender. Entendería que la Fundación Francisco Franco emitiese todos los comunicados de crítica y condena que le diese la gana, pues la expresión es libre… ¿pero acudir a los tribunales? Es una manera de querer recordarnos a los españoles que Franco es sagrado y que su sombra planea permanentemente sobre nosotros. No nos permite mirar hacia delante y mantiene vivos fantasmas que deberíamos enterrar.
Para más INRI, dice el vicepresidente de la fundación de marras que se plantearían denunciar lo mismo si el representado dentro de la nevera fuese un dirigente socialista o comunista. Por supuesto.
Pues si, parece que algunos siguen queriendo mirar hacia atrás, en vez de avanzar...
ResponderEliminarUn abrazo amigo Xaberius