sábado, 24 de diciembre de 2011

NOCHEBUENA

 Esta noche regreso pronto a casa con mi familia, después de haber cenado en casa de mis padres. Ellos son ya mayores y no suelen trasnochar. Además, mi hija se cae de sueño y esta noche viene Papá Noel (sí, he caído en esa práctica anglosajona, ¿alguien tiene algún problema? Pues que se ponga  a la cola). Mi hijo sale unas horas con los amigos con los que se junta ahora (más civilizados que los de hace unos meses, crucemos los dedos y que no le pase nada). Yo bajo a pasear a los perros, que no porque sea Nochebuena dejan de tener  necesidad de hacer sus cosas.

 Veo personas por las calles.

 No me refiero a personas que van a casa de alguien. Esas se apresuran, van arregladas, llevan paquetes en las manos… Se nota que están de celebración y no llaman mi atención. El caso es que veo a personas deambulando. Ya ví algunas mientras conducía hacia mi casa, hace un rato. Personas que no se apresuran ni parece que vayan hacia ningún lugar en concreto. Esta noche están solas.

 Ya en casa, me siento ante el ordenador a escribir estas líneas llevado por un impulso repentino. Shubby, mi golden retriever, se tumba a mi lado. Ni él ni yo tenemos la desgracia de estar solos esta noche. Mi esposa y mi hija duermen y en mi casa no se oye sino el sordo chasquido de las teclas mientras escribo. La mía es una casa cálida, viva y me estremezco de agrademiento al pensar en ello. Miro hacia la ventana. En la calle hay personas que no quieren estar en casa, si es que la tienen.

 Las luces brillan en las ventanas y llegan los ecos de los villancicos. Es Nochebuena, pero no para todos. Hay personas por las calles.

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