jueves, 1 de diciembre de 2011

NIÑOS Y DINERO

DECÁLOGO DE D. EMILIO CALATAYUD PARA CRIAR UN PEQUEÑO DELINCUENTE (VII)

DÉ A SU HIJO TODO EL DINERO QUE PUEDA GASTAR, NO VAYA A SOSPECHAR QUE PARA DISPONER DE DINERO ES NECESARIO TRABAJAR.


 Hace algún tiempo vi en televisión un anuncio de cierta marca de cacao en polvo, aparentemente inofensivo (el anuncio digo, el cacao vaya usted a saber). En el anuncio en cuestión una niña de once o doce años guapísima (como todas las niñas y niños que sacan en publicidad; se ve que los menos agraciados no son rentables) pedía dinero a su padre y éste (con una cara de batracio que tiraba de espaldas) le daba un euro. Ante tal desembolso la niña ponía una cara de asco tal que parecía que el padre no se hubiese duchado en un año. Acto seguido la niña y algunos amigos (entre ellos el conejo marrón mascota de la marca comercial y a todas luces adicto al cacao publicitado, dadas sus muestras de ansiedad ante la ausencia del producto y su evidente y desmesurado placer al consumirlo) improvisaban una banda de rock en plena calle y a base de tocar lograban que los viandantes empezaran a soltarles billetazos, todo para inflarse a cacao, para lo cual no habrían tenido más que abrir la alacena.

 Evidentemente el anuncio cumplió parte de su objetivo al quedar fijado en mi memoria, pero también consiguió cabrearme en extremo ya que su metamensaje me pareció nefasto. ¿Acaso una niñita de esa edad no puede irse a la calle una tarde con un euro en el bolsillo? ¿Acaso no tiene con eso para comprarse un paquete de pipas y un par de chicles? No hombre no, los niños tienen que ir por pantalones al cine (con lo caro que cuesta), cenarse una hamburguesa, irse a la bolera o lo que se tercie. En definitiva, ir con el bolsillo bien cargado no sea que pueda sentirse inferior a otros niños que sí lleven el bolsillo bien provisto, porque el consumismo brutal es ley. Hay que educar al perfecto consumidor desde la más tierna infancia para mantener el sistema en funcionamiento.

 Soy firme partidario de que los niños y adolescentes tengan su paga semanal, pero la paga no puede convertirse en una suerte de impuesto revolucionario, simple extorsión como la de esos mafiosos de las películas (aunque supongo que también se verá tal cosa en la vida real) que piden dinero al sufrido comerciante u hostelero a cambio de una supuesta protección que no es otra cosa que no reducirle el local a escombros y astillas. Dicho de otra manera: no se puede pagar a los niños (o no tan niños) a cambio de que no nos armen un cirio en la casa y el caso es que tal cosa sucede. Hay padres extorsionados de manera más o menos manifiesta o consentida, desde el padre o madre que no concibe que su vástago vaya a la calle tieso como la mojama hasta aquellos que son vilmente saqueados por los hijos, ya sea a escondidas o incluso abiertamente. El abanico de posibilidades entre ambos extremos es variado.

 Muchos padres desdeñan el valor educativo de que su descendiente vaya a la calle sin un céntimo en el bolsillo, sobre todo si no ha hecho nada para ganarlo, ni siquiera lo adecuado a la edad: sacar notas aceptables, colaborar en tareas de casa… en fin nada del otro jueves. Dejar de subvencionar la holgazanería de un hijo es muy educativo, pero claro, lleva a un conflicto que puede llegar a ser bastante crudo, sobre todo si se le ha estado subvencionando durante un largo tiempo. Dar dinero a un hijo que se dedica a tocarse las narices supone educarlo en la cultura del sablazo y el vivir del cuento, lo cual le convertirá en un desgraciado casi a la fuerza, pues vivir del cuento requiere un talento que no está al alcance de todas las personas.

 Luego está el problema de los hijos que trabajan y siguen viviendo en casa de sus padres sin contribuir a sufragar los gastos comunes. ¿Recuerdan aquel aluvión de jóvenes que abandonaban los estudios para irse a trabajar en la construcción durante el boom de la construcción? ¿Recuerdan cómo se llenaron las calles de cochazos conducidos por chavales de apenas veinte años? Hoy día la mayor parte de aquellos coches están en los depósitos de las financieras por impagos. El boom del ladrillo terminó.  Niñatos con coche caro y ropa cara dilapidando el dinero mientras en sus casas hacían encajes de bolillos precisos para cuadrar el presupuesto. Hoy no tienen oficio ni beneficio y se cuentan entre las nutridas filas del paro.

 Tratar de educar a un niño sobre el valor del dinero como un recurso necesario para la vida diaria y no como un mero medio de obtención de placeres resulta esencial. La difunta Cristina Onassis dijo en una ocasión que era muy pobre, porque no tenía nada más que dinero, pero al menos lo tenía, lo cual le ahorraba tener que preocuparse de llegar a fin de mes (aunque fuera una pobre desgraciada). Nuestros hijos tendrán que cuidar su economía doméstica en medio de un panorama social que se presenta peliagudo. O entienden el valor de un duro (Dios, cómo añoro a la peseta) o lo pasarán mal.

1 comentario:

  1. Hola, Javi: Hoy estoy trabajador. Te dejo un enlace de otro blog amigo, que trata sobre este tema. Es el informe Injuve. A ver si te ayuda en tu análisis y en la profundización de estos temas tan interesantes que nos propones en tu blog. Un abrazo de tu amigo zaragozano.

    http://educacionysolidaridad.blogspot.com/2011/11/los-jovenes-y-la-crisis.html#more

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