domingo, 29 de enero de 2012

¡BARES, QUÉ LUGARES..! (I)

 El otro día tuve que asistir a una reunión fuera de mi lugar habitual de trabajo y para hacer tiempo me mentí a tomar un café en un bar donde no había estado nunca. Me gustó. Era tan cutre que daba risa. De esos en los que la parroquia parece complacerse en competir por echar más cosas al suelo que el vecino y los camareros parece que están siempre enfadados y te perdonan la vida cada vez que te sirven, poniendo sobre la barra la consumición o el cambio con más fuerza de la necesaria. “Joven” me llamó el camarero que me sirvió, cuando tenía por lo menos diez años menos que yo. Me miró con suspicacia ante mi sonrisa. Lo único que sobraba eran los bebedores empedernidos que comenzaban la jornada con un buen copazo de aguardiente. El desayuno de los campeones. Lamenté no poderme echar un cigarro y lo eché al salir. Puta ley antitabaco.

 Este momento me hizo rememorar tugurios memorables unos, lamentables otros y sin pena ni gloria los más por los que he arrastrado mi anatomía desde que empecé a patear calle. La mayoría ya no existen y eso me hace sentir viejo… Un poco, al menos.

 Me gustan los bares. Son algo así como los oasis del desierto o las paradas de posta de una antigua línea de diligencias. Lugares donde puedes refugiarte solo o en compañía, ya sea huyendo del calor, del frío, de la lluvia o simplemente para poder esperar a la persona con la que has quedado sin tener que estar en la acera como un pasmarote. En unos panfletos repartidos a sus clientes, el propietario de una cafetería contra argumentaba la queja de sus clientes sobre el precio del café. Explicaba el señor que por el euro del café podías (aparte del café mismo) pedirte un vaso de agua, echar una ojeada al periódico, echar una meada sin que te mirara raro y tener incluso un rato de conversación intrascendente. Desde mi punto de vista tenía más razón que un santo. Aunque hoy día son ya pocos los sitios donde puedes tomarte un café decente por un euro. Aprovecho para publicitar uno: “Dapa incharse”, en Algarrobo Costa. De lo mejor, en todos los sentidos.

 (Continuará)

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