jueves, 5 de enero de 2012

AL MARGEN (II)

 Vinieron a mi memoria recuerdos de la época en la que trabajé en el comedor de una asociación benéfica. Uno habría esperado encontrar allí sólo población con una larga estancia viviendo en la calle, pero lo cierto es que había de todo, incluso personas a las que si sólo un año antes les hubieran dicho que iban a tener necesidad de acudir a un comedor social no lo hubiesen creído.  Hombres y mujeres con una vida como las de ustedes o la mía a los que un momento dado se les empezó a torcer la cosa y en una sucesión de golpes en los que se combinaron las decisiones equivocadas y la mala suerte lo perdieron todo. Conocí a un artista de circo, un aparejador, un contable, una esposa abandonada… Luego estaban los que habían tenido que buscarse la vida desde niños en la economía sumergida a falta de oportunidades o de vista para saberlas ver y aprovechar ¿quién sabe? El caso es que habían pasado años yendo de penuria en penuria mientras el cuerpo se les iba quebrantando y el alma se les insensibilizaba para poder ignorar el sufrimiento en alguna medida. De todos estos, quien más me impactó fue R. (oculto su nombre por discreción). Legionario, presidiario, limpiabotas, vendedor ambulante… la sucesión de oficios era larga y la “palos” dados aquí y allá al margen de la legalidad también. Yo lo conocí ya mayor, enfermo y de vuelta de todo. No le pedía nada a la vida más que tener algo que comer y donde reclinar la cabeza.

 Me planteo pues la siguiente pregunta: ¿Cuándo puedes considerarte “marginado”? O como se dice hoy, en esta época de eufemismos abominables, “en situación de exclusión social”. El caso es que no sé qué resulta más brutal: que te digan que estás “marginado” o que estás “excluido”. ¿Cuándo se es pues objeto de ser designado de esta manera? ¿Al perder el empleo? ¿Al gastar hasta el último céntimo que tengas? ¿Al perder la casa? ¿Al tener que recurrir a la beneficencia? ¿Cuándo demonios pues? Me voy a permitir argumentar mi particular visión al respecto a través de mi experiencia con uno de los colectivos peor vistos: las mujeres que se dedican a la prostitución.

(Continuará)

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