sábado, 7 de enero de 2012

COMER

 Tras haber escrito la anterior entrada desempolvé un comentario que hizo un amigo en el artículo MISERIA, uno de los primeros de este blog. En él hay una dirección de internet de la página de cierto partido político de nuevo cuño al cual, dicho sea de paso, dí mi voto en las recientes elecciones en vez de sumarme a la histeria colectiva de arrojarse en los brazos de la derecha. En la página se alude a un estudio realizado a expensas de la Federación Española de Hostelería y Restauración según el cual los restaurantes españoles tiran a la basura cada año 63.000 toneladas de comida. Eso son quinientos kilos por establecimiento y año. Sólo un diez por ciento de esta comida es la que los comensales se dejan el plato. El restante noventa por ciento es comida que se compra y no se llega a utilizar.

 En el mismo artículo también se alude a las medidas que hace ya algún tiempo se están tomando en algunas ciudades contra las personas que recogen comida en los contenedores de basura de los supermercados y grandes superficies: multarlas. Concretamente en la capital del reino la multa prevista por la Ordenanza de Limpieza y Gestión de Residuos para las personas sorprendidas en el flagrante delito de meter mano en un contenedor de basura es de 750 eurazos. La misma idea es tan perversa que no sabe uno si llorar de rabia o de reír presa de la demencia. A una señora o a un padre de familia que busca comida en un contenedor porque no tiene dinero para comprarla, un diligente policía municipal le encasqueta un multazo que no podrá pagar. Cuando los portavoces de los grupos de la oposición cuestionaban la medida, la por entonces concejala, hoy alcaldesa, esposa del ex presidente de gobierno más inexpresivo y bajito de la historia de la democracia, replicaba la siguiente perla para grabar en mármol: “Yo me niego a vivir en una sociedad en la que tenga que aceptar que hay personas que van a rebuscar en la basura para comer”. ¡Nos ha fastidiado la buena señora! ¡Y su gesto heroico a la altura de tan noble inconformismo es castigar salvajemente a los ciudadanos!  Frases así merecen ser recordadas en época de elecciones, señora alcaldesa.

 Los supermercados tiran comida a la basura. Alguna gran superficie (en mi ciudad al menos una, me consta porque mi esposa trabajó allí) arroja los artículos retirados a una máquina que los tritura y compacta antes de tirarlos, así nadie puede recogerlos. Puede parecer un gesto de maldad, pero en su día tuvo su por qué. La gran superficie donaba los alimentos retirados de la venta a estos “programas” para drogodependientes en los que las personas se rehabilitan rezando a Dios y trabajando como mulas para mayor gloria (y lucro) de la causa. Se descubrió que estos mercaderes y esclavistas encubiertos vendían una parte de los alimentos recogidos. Al gerente se le hincharon las narices (con razón) y cortó radicalmente las donaciones. Podría haberlas reasignado a receptores honrados, pero no lo hizo.  

 Los comedores sociales, se llenan. Los bancos de alimentos no dan abasto. Las entidades sin ánimo de lucro deben apelar a la generosidad de los ciudadanos para captar recursos. Mientras, la comida se tira por toneladas. Todo el mundo habla de crisis, pero no se habla tanto de los que más sufren. Se habla de producción, consumo, costes, beneficios, déficit, oferta, demanda, mercado… ¿pero qué pasa  con el hambre? Hay veces en que la especie humana resultaría casi de chiste… si no fuese tan patética.

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