domingo, 15 de enero de 2012

El cementerio de San Miguel

 No tiene nada que ver con el sombrío estado de ánimo que me ha creado la noticia funesta a la que aludí en la anterior entrada. Me gustan los cementerios. Los cementerios antiguos. Son uno de los pocos lugares en las grandes ciudades en los que el tiempo parece haberse detenido en cierta medida y eso, para alguien que disfruta de la historia y del arte tanto como yo, tiene su aquel. Contando además con el innegable atractivo de que en ellos se respira una absoluta calma.

  En Málaga hay dos cementerios de este tipo. Uno es el de San Jorge, popularmente llamado el cementerio inglés y que increíblemente aún no he visitado. El otro es el cementerio de San Miguel, inaugurado en 1810, aunque su actual estructura de panteones monumentales no empezó a configurarse hasta mediado el siglo, época del ascenso de la burguesía malagueña, enriquecida por el auge industrial de la segunda mitad del siglo XIX y que se iría definitivamente por el sumidero al finalizar la Primera Guerra Mundial, dejando como mudos testigos las chimeneas de las antiguas fundiciones que aún se alzan junto a nuestras playas.

 Hoy he visitado el cementerio por enésima vez y por enésima vez me he encontrado entre sus vetustos panteones con el solitario monje que vela por las almas de los allí sepultados. Curioso hombre este que vive entre los muertos, donde muy pocos estarían dispuestos a vivir. Lo cierto es que el entorno es bastante lúgubre, en parte debido al grave deterioro que, pese a las obras de reacondicionamiento, aún presenta el lugar, pero el fraile se mueve por allí como Pedro por su casa.

 Que nadie me juzgue mal. No es el morbo lo que mueve, ni el regusto por lo paranormal. No soy de ese palo (otro día escribiré sobre mis experiencias con lo paranormal, que no pienso repetir ni harto de vino). Entre los panteones de la rancia burguesía, casi una especie de aristocracia, experimento la misma sensación que en una catedral gótica o en un museo arqueológico: la sensación de que el pasado ha quedado fijado allí como imágenes en una antigua placa fotográfica. Personajes de gran importancia duermen aquí su sueño eterno: el industrial Manuel Agustín Heredia; Manuel Domingo de Larios y Larios; los pintores José Denis Belgrano, José Moreno Carbonero y Antonio Muñoz Degrain (autor de las pinturas que decoran el techo de la platea del Teatro Cervantes) y el compositor Eduardo Ocón, entre otros. Sólo por este motivo el cementerio ya habría merecido más consideración por parte de las autoridades, pero es que además sus panteones constituyen una muestra artística de primer orden que aglutina diferentes estilos y que necesita una rehabilitación urgente. Lamentablemente será que al no existir un directo interés económico para nadie (como por ejemplo, la instalación de un gran centro comercial en el solar de al lado) en que este importante enclave histórico luzca como merece, las obras de restauración no constituyen una prioridad.

Lo cierto es que el cementerio atrae a pocos visitantes. Quizá ahora que se están construyendo columbarios puede que empiece a haber más movimiento y se aceleren los trabajos de rehabilitación. A quienes sí atrae el cementerio es a los amantes de lo paranormal y lo esotérico, algunos francamente desequilibrados como nos sugieren las rarezas que se pueden encontrar en el camposanto y de las que dejo una muestra la izquierda de estas líneas. Ritos, invocaciones y demás excentricidades que faltan a la dignidad de los difuntos y afean un entorno que es parte de nuestro patrimonio histórico y cultural. Por mucho que estemos en la era de la información y de que la cultura esté al alcance de cualquiera hay cosas que nunca cambian… La superstición en una. Otro día escribiré sobre mis experiencias con lo paranormal. Hoy no me apetece.

1 comentario:

  1. Escalofriante... Seguro que no te mueve el interés morboso por este lúgubre lugar? Conociéndote lo dudo mucho. Porfa, uno sobre experiencias paranormales YA!!!! Gracias por darnos muestras de tu sabiduría una vez más, Xaverius, hasta sabes de los muertos de otros... Escalofriante.

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