jueves, 12 de enero de 2012

SOSTENIBILIDAD (I)

Mi amigo Rafael Salcedo ha publicado en Facebook un vídeo de Antena 3 en el que aparece el Banco de Alimentos de Málaga, en el cual lleva ya algunos años realizando una inestimable tarea en la captación de donaciones. En el vídeo se hace referencia a la burrada de alimentos que se tiran en la basura al cabo del año en la Unión Europea. No citaré datos y cuelgo el vídeo, lo que me parece mucho más práctico. Viene a reforzar lo que ya expuse en mi anterior entrada.


Más vídeos en Antena3

 Ver tamaño desperdicio de recursos me ha hecho recordar aquel episodio del transportista que llevaba a quemar un remolque repleto de berenjenas y al que ya aludí en la entrada MISERIA. Volví a estremecerme ante la extrema mezquindad de un ser humano que destruye recursos por miedo a que su reparto gratuito haga bajar los precios de venta. Vamos, como si alguien con dinero para comprar su comida en un mercado fuese a recurrir a un banco de alimentos o algo similar. Semejante despropósito ya me hizo pensar sobre lo condenada a la autodestrucción que está una especie que convierte en humo sus propios medios de subsistencia, o tanto da que los tire a la basura. Viene a ser lo mismo.

 Nunca fui alguien con especial conciencia ecológica; es más, los ecologistas siempre me inspiraron cierto desdén, tendiendo a considerarlos más “freaks” que a mí mismo. Sin embargo, ya sea porque los años me puedan estar volviendo algo más sabio (es posible, o al menos me gusta pensar que así pueda ser) o porque mi condición de padre de familia con un sueldo discreto me está educando a la fuerza en  la necesidad de optimizar los recursos, cada vez soy más consciente de la necesidad de dar a éstos la justa importancia. Si ello es imprescindible para mi supervivencia y la de los míos también lo es para la de la especie.

 Los recursos…

 Conduzco ochenta kilómetros diarios para ir y volver de mi lugar de trabajo.  Soy consciente de la cantidad de combustible que gasto cada semana y trato de conducir de modo que la energía cinética y la fuerza de la gravedad trabajen para mí ayudándome a reducir el consumo, manteniendo una velocidad constante y moderada. Lo hago por dos motivos. Uno es que el combustible cada vez está más caro. Otro es que al hacerme consciente de lo presentes que están los derivados del petróleo en los materiales de nuestro entorno, me resisto a quemar algo tan precioso corriendo con el coche. A pesar de que me gusta correr… Me gusta demasiado.  Otros conductores me adelantan corriendo como si la vida les fuera en ello. El combustible, petróleo refinado, las entrañas de la tierra que mantienen viva nuestra economía ardiendo y quemándose tontamente en los motores de millones de coches lanzados por las autopistas. Cuando bajo al centro con mi hija elijo el transporte público. Ella también lo prefiere.

(Continuará)

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