domingo, 22 de enero de 2012

ESPÍRITUS (y IV)

 Como imaginará el lector, a estas alturas del cuento ya tenía yo los pelos como cerdas de cepillo, pero como escarpias se me ponían con los trances del muchacho. Imagínense el cuadro: un chico de barrio, malagueño hasta la médula, pero de los de barrio, criado a pie de calle. Esto significa que a la hora de hablar se comía tres letras de cada cuatro, o sea, que tenía una de las hablas más cerradas que he tenido la desgracia de echarme a la cara. Pues he aquí que el chico con los ojos cerrados y tras un rato de respiraciones profundas pero pausadas dice que se llama tal y cual (un nombre que no en todo caso no era el suyo) y se pone a hablar con una de las dicciones más exquisitas que he escuchado en mi vida. No es que le cambiara la voz ni nada por el estilo, pero… señor… ¡él no podría haber hablado así en su vida! Lo traté bastante y puedo asegurarlo casi sin miedo a equivocarme. Resultaba que el que hablaba por él era uno de esos guías espirituales y se dedicaba a hablarnos (a mí me lo parecía al menos) como si fuera uno de los predicadores de los Hechos de los Apóstoles con mensaje de fondo cristiano: amar al prójimo, buscar la paz y la justicia y todo eso. El caso es que eran mensajes tan absolutamente ambiguos que según le pillara a uno el cuerpo podían ser interpretados de media docena de maneras distintas… y una de estas interpretaciones por poco se carga el matrimonio del muchacho.

 Ocurrió de esta manera: tras los trances ellos volvían en sí desorientados y cansados y no recordaban nada de lo que había salido de sus bocas. Nosotros se lo repetíamos a grandes rasgos y una vez una de las comunicaciones emitidas por el supuesto guía espiritual iba en la línea de seguir el propio camino al margen de las seguridades que da lo material… más o menos. Pues el chico se lo tomó por la tremenda e interpretó que tenía que dejar el tema de la peluquería y dedicarse a su secreta vocación, que era ser músico, así tuviera que tocar por las calles. Dejó de ir a trabajar y se pasaba las horas muertas en su casa arañando la guitarra y componiendo melodías. Su esposa estaba desesperada, imagínense: un negocio iniciado con no pocas fatigas que amenazaba con irse al garete por un arrebato. El asunto era tan delirante que uno podría haberse partido de risa si no fuera porque la tensión entre los esposos llegó a ser alarmante. El colmo del surrealismo llegó cuando la madre de mi novia me propuso que hablase con él para tratar de disuadirle de su descabellado propósito, al fin y al cabo yo iba para psicólogo (¡les recuerdo que sólo era estudiante de primer año!). Yo decliné tal responsabilidad y ellos no insistieron. ¡Por el amor de Dios, yo era un crío y aquel descerebrado un hombre hecho y derecho! Por suerte se le pasó el arrebato e ignoro que fue de ellos, porque poco después me peleé con la muchacha en cuestión y seguí mi camino. No recuerdo a cuantas sesiones fui, pero fueron bastantes y casi todas en la línea que he descrito, salvo algunas en las que “apareció” un sujeto bastante desagradable que se dedicaba a insultarnos y amenazarnos. Incluso dijo su nombre: Roger Ferdinand. Me acordaré mientras viva.

 Durante los años que han seguido me he preguntado muchas veces que demonios ocurría realmente en aquel saloncito las noches de los lunes. ¿Un montaje para acojonar al noviete de la niña? Poco probable. ¿Estaban como cabras? Les aseguro que no, su extravagancia no iba más allá del gusto por lo esotérico (gustaban de echarme las cartas y hacerme la carta astral y esas cosas) pero por lo demás eran personas que funcionaban perfectamente en sus vidas. Si alguien me preguntase si yo realmente creo que aquellas tres personas eran poseídas por seres de ultratumba, me limitaría a encogerme de hombros tanto como la anatomía me lo permitiese. Eso sí: la sensación de que allí pasaba algo muy raro… pero que muy raro… no me la quita nadie.

 No he vuelto a tener contacto alguno con lo sobrenatural, ni maldita gana que tengo. Me preocupó seriamente que la persona a la que aludía al principio del escrito hiciese una sesión de ouija, porque simplemente creo que con eso no conviene jugar. Ya no entraré en las historias siniestras que circulan por ahí sobre las funestas y macabras consecuencias para necios que se han atrevido a jugar con el más allá. No necesito leyendas urbanas. He visto como a un hombre adulto y cabal se le iba la cabeza por un supuesto mensaje del más allá y eso ya me parece lo suficientemente concluyente como para decidir que a los muertos hay que dejarlos en paz.

 Las personas de este grupo eran muy agradables y totalmente inofensivas… Bueno, mi antigua novia se las traía, pero eso es otra historia. Sin embargo pienso que aquellos que buscan respuestas en el más allá son, en el fondo, personas frágiles e insatisfechas con sus propias vidas, presas fáciles para embaucadores sin escrúpulos que llenan las páginas de los anuncios por palabras de los periódicos y que incluso se asoman ya a la televisión.  Aquellos tres médiums que conocí  vivían su “don” en la privacidad y nunca se les pasó por la cabeza tratar de usarlo para lucrarse.

 La muerte nos asusta y tememos que sea el final. Hay quien se refugia en la fe en una vida mejor para afrontar la idea de morir. Yo prefiero dotar de un sentido a esta vida, la próxima ya vendrá, si es que la hay. Si no es así, como ya no estaremos para poder quejarnos, tampoco es que tenga demasiada importancia.

1 comentario:

  1. Pues si que sí... Personas muy frágiles a las que es facil engañar y sacar partido de esas cosas... las hay... y muchas que tanto sacan tajada por un don, como personas que pagan lo que sea por ser salvados. Estas personas están desesperadas y buscan una salida a una situación limite... Al menos para ellos que las viven de manera muy intensa. Jejejej no me acordaba que eres psicologo! Javiii cuánto tiempo ha pasado. A ver si nos tomamos un café!

    Un beso, me han encantado estas entradas, esta serie ha estado interesante! Te invito de igual manera a mi blog, que pases por él leas y opines si quieres :) jejejej

    www.detodounpocoperocasinada.blogspot.com

    beso

    María

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