sábado, 21 de enero de 2012

ESPÍRITUS (III)

 La sesión comenzaba con unas oraciones de marcado corte cristiano, aunque ninguna de las aceptadas por la Iglesia.  Después de esto los médiums podían entrar en trance y contactar con los espíritus, esto es, dejarse poseer por ellos para que los usaran como canal de comunicación. En estas sesiones (ni en ningún otro lugar) nunca vi una materialización, ni objetos que se desplazaran, ni sonidos inexplicables, ni nada por el estilo. Nunca fui testigo de nada que no fuera una supuesta entidad sobrenatural hablando por boca de un medium.

 Las sesiones tenían dos objetivos: uno, escuchar los mensajes de entidades muy antiguas y evolucionadas denominadas “guías espirituales; dos, “elevar sufrientes”. Empecemos por lo segundo. Un “sufriente” es un alma de una persona cuya muerte física ha sido repentina o traumática, con lo cual se encuentra confusa, perdida y asustada por oscuras regiones sin que puedan encontrar “la luz”. De ayudarles a encontrarla se encargaba la señora. Cuando entraba en trance empezaba a respirar agitadamente, con los ojos cerrados y a balbucir como una niña. Entre sus balbuceos a veces se escuchan frases inteligibles, breves y escalofriantes… “Estoy solo”, “¿Dónde estoy?”, “¿Qué me ha pasado?”…  La respiración de aquella mujer era cada vez más profunda y agitada. Ignoro qué clase de procesos tenían lugar entre ella y el sufriente, pero la evidencia física del pavoroso esfuerzo que estaba haciendo era impresionante. Su enorme pecho se inflaba y se desinflaba como el fuelle de una fragua y el sudor perlaba su rostro deformado por el sufrimiento.  Finalmente, con un profundo suspiro,  se derrumbaba sobre el sillón, absolutamente agotada… y el sufriente había alcanzado la luz. O al menos eso afirmaban ellos.

 (Continuará)

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