viernes, 20 de enero de 2012

ESPÍRITUS (II)

 Hace poco una persona a la que tengo en gran estima me dijo que había hecho una sesión de ouija (ya saben, ese rollo de poner un dedo sobre un vaso y dejar que éste se mueva sobre un tablero revelando así supuestos mensajes de ultratumba). La reñí. La reñí en serio, pero creo que ella no se lo tomó en serio, cosa que yo sí hago.

 Cuando mi novia de aquel entonces me invitó a aquellas sesiones me esperé un tema así. Una reunión con una ouija y poco más, pero ella se apresuró a sacarme de mi error.  No iba a ser así. El grupo con el que ella se reunía era un grupo serio, nada de niñatos invocando a un espíritu con los dedos sobre un vaso y la media sonrisa en la boca. Era un grupo que contaba con tres médiums, personas supuestamente dotadas de una extraordinaria capacidad de percepción que les permitiría entrar en contacto con entes de más allá del umbral de la muerte. Aluciné. Todo aquello me parecía una broma, pero el asunto cada vez iba teniendo menos trazas de broma. El grupo estaba formado por adultos de mediana edad, entre ellos la madre de mi novia. Ella y yo éramos las personas más jóvenes que íbamos a asistir. Las reuniones tenían lugar en casa de uno de ellos: una señora muy educada que vivía en un piso diminuto, en cuyo salón nos apretujábamos alrededor de una mesa redonda cubierta de un mantel blanco. Sobre la mesa se colocaba un plato con sal (clásico elemento purificador) en la que se habían trazado dos surcos formando una cruz. Junto al plato ponían una reproducción de la cruz de Caravaca, a la cual se atribuyen poderosas propiedades de protección contra el mal de ojo, los maleficios, etcétera. Eso me explicaron.                  

 Los médiums eran dos mujeres y un hombre. Una chica de veintitantos años tímida y callada, una mujer en torno a la cincuentena y una tremenda obesidad (la alusión a su sobrepeso no es gratuita, luego se verá por qué) y un chico de unos treinta y pocos, peluquero de profesión, simpático y extrovertido. Su esposa también acudía a las sesiones.

 Aún me pregunto por qué me invitaron a asistir a aquello, pues era obvio mi escepticismo. Quizá esperaran hacer de mí un creyente o quizá simplemente les caí en gracia. No lo sé.   

 (Continuará)

1 comentario:

  1. Javi aunque ya me has contado esto,por favor!!!!!!!!! Sigue contamdo........ahhhh Antonio se apunta al cementerio San Miguel.

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