martes, 15 de noviembre de 2011

DECÁLOGO DE D. EMILIO CALATAYUD PARA CRIAR UN PEQUEÑO DELINCUENTE (II)

PUNTO 2

NO DÉ A SU HIJO NINGUNA EDUCACIÓN ESPIRITUAL, ESPERE A QUE SEA MAYOR DE EDAD PARA QUE DECIDA LIBREMENTE.

Evidentemente no voy a caer en el simplismo de identificar espiritualidad con religión, pues la religión sólo es una manera de articular la dimensión espiritual de una persona. Pese a ello voy a recordar una cosa que dije en mi primera entrada en este blog, sobre la religión. Yo ya no soy practicante, pero bauticé a mis hijos y en su día los matriculé en un colegio religioso, católico por más señas. Puede parecer una incongruencia, pero a mí (a pesar de lo mucho que deploro los aspectos irracionales de cualquier confesión) no me fue mal en un colegio católico y parte de la escala de valores que hoy me sustenta la empecé a forjar entre los vetustos muros de aquella pía institución, pues los valores recogidos en los Evangelios son universales y atemporales (aparte de muy humanos). Mis niños están bautizados más por un aspecto cultural y de costumbre, casi folclórico y no me violenta reconocerlo. Si deciden cultivar la fe cristiana que lo hagan y si no que se busquen otra y si no que no busquen ninguna, pero que sean humanos y que tengan vergüenza por lo menos (pero menuda lata si un día tu niña se ennovia con uno del Opus Dei y a la hora de casarse de blanco y como Dios manda, resulta que antes de empezar los cursillos prematrimoniales tiene que empezar la catequesis de bautismo.

Cachondeos aparte, en muchos casos he visto a padres de esos “progres” o “modernos” de los que dicen que no van a bautizar a los hijos, ser también absolutamente indolentes a la hora de inculcar unos principios morales a sus hijos… y es que la política del laissez fair, laissez passer (“dejar pasar, dejar hacer”) que en economía resulta desastrosamente brutal, en educación no resulta mejor. Desde el principio de que ya decidirán cuando crezcan, a nuestros hijos e hijas les sorprenderá la mayoría de edad siendo unos seres absolutamente amorfos espiritualmente, con la profundidad de un plato sopero y la capacidad de introspección del chiuaua de Paris Hilton o de la propia Paris Hilton, uno de tantos ejemplos de pobreza espiritual cubierta de oropeles y riqueza material. ¡Pobre niña rica y pobres de los que la envidian!

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