jueves, 3 de noviembre de 2011

FUMAR MATA (y II)

Habrá quien se lleve las manos a la cabeza al leer esto, pero creo firmemente que es un desatino prohibir fumar en bares y restaurantes, lugares donde los adultos acuden frecuentemente  a relajarse y en los que al fumador le apetece fumar. Muchos hosteleros de este país hicieron importantes inversiones para acotar zonas de fumadores en sus establecimientos para adaptarse a la primera ley antitabaco y que la segunda ley dejó inútiles. ¿Para qué?

 Es razonable prohibir fumar en escuelas, hospitales… en general en todos los establecimientos del ramo sanitario y en todos aquellos dirigidos de un modo u otro a la población infantil… ¿pero ir más allá? ¿Hay realmente un incremento significativo en la salud pública si no se puede fumar dentro de un centro comercial o de cualquier otro espacio público cubierto si cuando se sale al exterior se están aspirando permanentemente las emanaciones de monóxido de carbono y residuos de combustión de los escapes de cientos de coches? Por no hablar de las emanaciones de las fábricas que también respiramos, los aditivos alimentarios que ingerimos a diario, las aguas fecales vertidas por los colectores y que se mezclan con el agua de las playas en que nos bañamos…

 La actuales medidas antitabaco son mojigatas e hipócritas. El Estado ingresa importantes sumas en concepto de impuestos por el tabaco (y bien es sabida la dudosa gestión de los caudales públicos) mientras que por un afán de modernidad y progresismo mal entendidos se violan las libertades individuales de los ciudadanos proscribiendo un acto cotidiano que deberíamos regular educando a las personas en sentido cívico y no prohibiendo como en un estado fascista. Mientras tanto, respecto del alcohol, la policía hace redadas en los botellones y hace controles de alcoholemia pero no irrumpe en los cientos de comercios que siguen vendiendo alcohol a menores y no los clausura con el propietario dentro tirando luego la llave del candado al mar (que es lo que se debería hacer con el desgraciado que vende alcohol a un menor) y la sociedad sigue mirando raro al que no bebe nada y tildando de borracho al que pierde el control de su ingesta y se le nota. La hipocresía está institucionalizada a muchos niveles. Aparte de todo no se puede negar el efecto de distracción de la opinión pública que en su momento tuvo la dichosa ley mientras se destruían empleos al ritmo en que un niño explota pompas de jabón.

 Yo, por mi parte, seguiré fumando mi puro en la terracita de la cafetería después del café por las mañanas y si alguien es tan idiota como para venir a recriminarme que no estoy lo suficiente lejos de la puerta estaré seguro que la humanidad no tiene remedio. Por otra parte seguiré rogando que se quiten estos mensajes inútiles de las cajetillas de tabaco o que si se mantienen se tenga la suficiente vergüenza para escribir en las botellas de alcohol, sea cual sea: BEBER TAMBIÉN PUEDE MATAR… Y ANTES QUE EL TABACO.

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