jueves, 10 de noviembre de 2011

LOBOS CON PIEL DE CORDERO (III)

 Cuando estudiaba la carrera leí sobre un experimento llevado a cabo en la Universidad de Stanford en 1971 por un equipo a cargo del investigador Philip Zimbardo. El objetivo era analizar las causas de los abusos producidos en las prisiones. Para ello se recreó en un sótano una prisión, a pequeña escala. Se convocó a posibles sujetos experimentales mediante anuncios en prensa, pero sólo fueron seleccionados veinticuatro, los que se estimaron más estables psicológicamente, dividiéndolos al azar en dos mitades. A una mitad se les asignó el papel de reclusos y a la otra el de carceleros. A los primeros se les vistió únicamente con unas batas de muselina y unas sandalias y a los carceleros con uniformes, dándoles además porras y gafas oscuras. Sólo se les impuso un límite a los carceleros: la prohibición de ejercer la violencia física. Por lo demás tenían libertad para mantener el orden en la “prisión” del modo que consideraran más conveniente.

 El resultado fue que los carceleros se tomaron muy en serio su tarea ejerciendo un trato tan indigno y humillante a los prisioneros que algunos de ellos sufrieron serios trastornos emocionales.  En la “prisión” entraban personas ajenas a la organización del experimento para realizar entrevistas a los sujetos. Sólo una entre cincuenta cuestionó la moralidad de todo aquel tinglado. Zimbardo tomó la decisión de cancelar el experimento al sexto día, ocho antes de lo previsto. Los carceleros no eran personas “problemáticas” o “marginales” o “indeseables”. Eran los típicos jóvenes que las madres desean ver ennoviados con sus hijas… y sólo necesitaron verse en una posición de poder e impunidad para comportarse como animales… Error, los animales no son crueles gratuitamente.

  Este experimento fue muy cuestionado, principalmente por su falta de ética, pero los resultados están ahí. Además, el aún cercano en el tiempo siglo XX ha estado marcado por épocas en los que personas que habían llevado vidas aparentemente normales y corrientes se convertían en un momento dado en auténticos sádicos: en la Alemania Nazi, durante  las purgas estalinistas en la Unión Soviética, en la revolución islámica de Irán, en la guerra de Bosnia… ¿Y si mañana una circunstancia similar nos pusiera a usted o a mí en la tesitura de tener que elegir?

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