domingo, 20 de noviembre de 2011

VEINTE DE NOVIEMBRE (I)

 Cuando Franco murió yo tenía dos años, así que todo lo que sé de la dictadura lo sé de oídas y por lecturas. Yo no recuerdo nada de aquel día, pero mi esposa, pocos años mayor que yo, tiene algunos recuerdos, entre ellos el de su abuela llorando ¡de alegría! por la muerte del dictador. Lo que sí he visto desde que tengo uso de razón son las imágenes en televisión de las marchas al Valle de los Caídos cada veinte de noviembre, aniversario del fallecimiento de Francisco Franco. Camisas azules, boinas rojas, cantos, saludos fascistas y banderas españolas con el escudo del águila de San Juan componen la parafernalia de un acto con todas las trazas de una peregrinación al sepulcro de unos mártires. A mis ojos resulta algo anacrónico y un tanto incómodo de ver, pero creo esos nostálgicos tienen derecho a llevar a cabo sus rituales.

 Sólo una vez he estado en el Valle de los Caídos y fue hace mucho tiempo. Cursaba yo octavo de la antigua (y añorada) EGB y los alegres frailes del colegio católico donde mis padres se empeñaron en matricularme nos llevaron de viaje de estudios a Madrid y Segovia. Era la primera vez que pasaba de Despeñaperros y me encantó hacerlo. Además ya era yo por aquella época un enamorado de la historia y del arte y disfruté a fondo del Museo de Prado, del Escorial, del Alcázar de Segovia, del Museo del Ejército y de otros lugares con el regusto de lo añejo. Sin embargo el Valle de los Caídos me desagradó vivamente porque, para empezar, me pareció francamente horroroso, de un mal gusto absolutamente abominable. Por otra parte había leído algo sobre su ominosa historia de presos obligados a trabajar en aquella obra gigantesca. Era un día gris y ello acentuaba lo deprimente del entorno mientras nos comíamos el bocata al pie de la gigantesca cruz que corona el monumento. Sin embargo en aquel momento sólo me pareció un fragmento más de la historia de este país… Y aún me lo parece.

 Hoy leo que una serie de movimientos antifascistas reclaman el desmantelamiento de la cruz, la exhumación de los restos de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera y que sean entregados a sus familias, el traslado de la orden religiosa que cuida el lugar y la transformación del monumento en un “memorial democrático” (¿alguien me explica qué diantre es eso?), pues consideran que el Valle de los Caídos es un “parque temático del fascismo”. Oiga ¿y por qué no secularizamos la Capilla Real de Granada, tras exhumar  a los Reyes Católicos y la convertimos en una tienda de recuerdos? Porque puestos a desenterrar los tristes despojos de personajes siniestros de la historia de España…

 (Continuará).

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