domingo, 6 de noviembre de 2011

TELEVISIÓN Y BASURA ( y II)

 Afinemos un poco más: la señora entrevistada con tan sonadas reacciones es madre de un adolescente chulo, iletrado y por lo demás bastante desagradable que es convicto de haber encubierto el asesinato de una chica de edad similar, guapa y querida en su comunidad. El asesino es su amiguito de toda la vida, un elemento de su misma catadura. Los dos se las han apañado para marear a la policía de tal manera (hasta el límite del cachondeo, diría yo) que el cuerpo de la joven no ha sido hallado. La repulsa popular hacia estos angelitos es absoluta, tanto que si fueran dejados en una plaza pública y se dictara una hora de ceguera total de las autoridades no habría de dar yo ni un céntimo por sus pellejos. Sin embargo “el mendigo asesino” es un enfermo mental que siempre ha vivido en la indigencia y sus víctimas (varias) eran personas que a nadie importaban un ardite: mendigos como él, prostitutas drogodependientes… nadie les echaría en falta y una reseña en la sexta página de un periódico, pese a la brutalidad del crimen descrito, no crea el mismo impacto en el imaginario colectivo que la desaparición de una jovencita y la desesperación de unos padres, convenientemente captada por el objetivo indiscreto de la cámara. Existe además otro factor, a mi juicio, importantísimo. Los crímenes de García Escalero tenían lugar en descampados y oscuros callejones, el territorio de la pobreza y el abandono. Lejos de la seguridad de nuestros hogares. El asesinato de la muchacha tuvo lugar en un piso de un barrio de tantos (en los que vive gente como usted y como yo) y fue perpetrado y encubierto por jóvenes cortados por el mismo patrón de los que se ven a patadas por las calles. Este crimen no es fácilmente “olvidable” como los de García Escalero. Es como si hubiesen asesinado a la muchacha en la puerta de al lado. Se ha cometido en “nuestro” mundo y eso crea una impronta más profunda, ayudada por el gran seguimiento mediático.

 En toda esta historia de los ataques (furibundos) al programa televisivo en cuestión, con desbandada de anunciantes incluida (no vayan a asociar sus marcas publicitarias con tan sórdido asunto y bajen las ventas) hay demasiadas cosas que no me cuadran. ¡Madre de Dios, si la señora de marras ha aparecido ya en otros programas días antes y sin que se arme tanto revuelo! ¿Qué es lo que realmente escandaliza del asunto? ¿Qué cobre tanto dinero? ¡Por el amor de Dios! ¿Acaso no estamos hartos de ver a personajes deleznables (y no digo que esta mujer lo sea) arrastrarse por los estudios televisivos exhibiendo impúdicamente sus vergüenzas morales ante la ávida mirada de la audiencia a cambio de sustanciosos cheques?

 Una cosa está clara: nuestras cadenas de televisión están saturadas de basura mediática que el telespectador medio consume de manera acrítica. Se crean ídolos, héroes y villanos, se manipulan historias, se encumbra a personajes sin ningún mérito personal que se enriquecen a costa de este escaparate a la par rutilante y patético de “famosos” sin gloria alguna. El cuadro resultante es tan nauseabundo que muchos lo encuentran hasta atrayente, pero este programa denostado ha pecado de ser un punto más nauseabundo de lo que hasta el más avezado y curtido televidente devorador de basura puede digerir. Se han pasado. Se ha tocado la fibra sensible que la queda a una audiencia bastante embrutecida.  Pero no se preocupen, las aguas volverán a su cauce. Será la audiencia quien decida si el programa sigue o no adelante y si es que sí, los anunciantes volverán. Al fin y al cabo todo es negocio.

 Oigan, ¿y si todo este follón no fuese más que un montaje publicitario orquestado por la cadena misma? ¿Se imaginan?

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